Irte para echar de menos

¡Ya de vuelta!

Y parece que las teclas no van y las palabras pesan. Como una sensación de volver de muy lejos aún sin haberme ido del todo. Muy poco de realidad y un mucho de contagio emocional por el ambiente reinante de vuelta al cole y por el repunte sustancial de mineros que vuelven a sus minas, por lo que dice mi facebook.

El caso es que hace mucho que no escribo en este espacio y hay un engañoso oxidamiento. Porque ya después del primer párrafo, mucho mejor. En mi caso, si quieres escribir, escribe. Vale más un gramo de acción que una tonelada de intención. O lo que es lo mismo:

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Y ya metidos en harina, ¿qué tal tus vacaciones? ¿Para qué te han servido? ¿Cómo estás? Espero que con ganas.

Yo en particular, estoy bastante contento por retomar mi ritmo habitual. Me lo pedía el cuerpo. Y la cuenta bancaria. El tiempo ha pasado muy rápido una vez más. La depresión postvacacional es un síntoma de que no tienes nada mejor que hacer. O más bien, de que así lo crees (que no es lo mismo). Y ése no es mi caso.

El paréntesis estival es una excelente ocasión no sólo para relajarse y huir del trabajo (o los niños), sino además para ir poniendo sobre la mesa las cartas con las que empezamos a jugar la nueva temporada. Claro, que primero hay que saber si vamos a darle al cinquillo, al chinchón o al poker texas hold´em. Lo que viene siendo conectar con nosotros mismos de verdad. También con lo que estamos dispuestos a hacer, pero hacer de verdad. Y las consecuencias que implica, que aquí nadie dice que sea fácil.

Por mucho que las estemos esperando todo el año, las vacaciones no son necesariamente nuestro entorno ideal a perpetuidad. Ni siquiera las idílicas vacaciones de verano infantiles. Recuerdo cuando de pequeño me pasaba un par de meses en la playa, alternando la compañía de mis abuelos y mis padres, que se encargaban de traer refuerzos madrileños a los juguetes que nos habían acompañado a mi hermano y a mí en la primera oleada. Esta segunda bocanada fresca estaba condenada a caer en la misma rutina apática que conformaba la playa, el mar, la colchoneta, los amiguetes, las vueltas por los mismos sitios… hasta de comer helados ricos se cansa uno.

Al final me volvía luciendo un dorado moreno denso, que hoy resulta inimaginable en la paleta de colores de mi piel, contento de reencontrarme con todas esas cosas que echaba de menos y cuya ausencia había revalorizado. Incluso el cole, que no era el cole en sí, sino los amiguetes que entraban en él.

Evidentemente, esos veranos eternos son cosa del pasado. Ahora las vacaciones son más cortas, también más intensas. A partir de cierta edad, las posibilidades aumentan mucho y ya no te limitas a ir a en la parte de atrás de un coche donde deciden tus padres. Y no me digas que «voy donde dice mi mujer, o mi marido, o los niños, o mi jefe»… porque en el fondo has elegido si quieres o no quieres jugar a un juego u otro, y suele haber cierto margen para incluir reglas de la casa.

Un pequeño parón es suficiente para echar de menos algo. Algo que esconde lo que quieres, lo que necesitas. Como cuando eras pequeño. Puedes echar de menos algo que realmente tengas y hayas dejado atrás. También algo que no tengas en tu vida y quieres tener. Y esto no es sólo material, que a menudo es lo de menos una vez cubierto lo básico. Normalmente son sensaciones, compañías, actividades… Puede ser echar algo de menos que nunca hayas tenido, algo que quieras ser. Si tus sentidos han estado despiertos, seguro que dispones indicios suficientes, hilos de los que tirar para seguir jugando. Distinguir jugadas superficiales de las que no lo son.

Por desgracia el tiempo es finito y quizá no puedas tener todas las cartas que quieres. Por fortuna puedes hacer descartes y elegir otras que sean realmente significativas para satisfacer tus necesidades de una forma más ecológica contigo mism@.

Como dijimos por aquí, septiembre es un mes excelente para formularse objetivos. Ver a qué estás jugando y a qué quieres jugar. Un buen fin es el medio para disfrutar más del camino. Disfrutar más todo el año, no sólo en vacaciones, con un poco de psicología activa y auto coaching. Practica tu inteligencia emocinal.

Entonces, ¿a qué vas a jugar esta temporada? ¿Algún descarte? ¿Qué cartas quieres tener?

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