El condicionamiento operante en el #EfectoGamonal

Normalmente este blog va de esa psicología propia de las cosas pequeñas. Suele ser más útil por ser más frecuente en la vida de todos nosotros. Sin embargo, vivimos en circunstancias especiales que invitan a abrir el foco hacia lo macro.

Por todos es conocido lo que está sucediendo en Burgos. Hace una semana una de tantas manifestaciones desconocidas por la mayoría hasta que se cuelan en los noticiarios porque hay disturbios.

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Así están las cosas, no es sólo economía.

Si sumamos esto a los recientes incidentes en Hamburgo en estado de excepción (vaya, hay hastío fuera de nuestras fronteras también) y la no tan lejana exitosa huelga de basuras en Madrid, tenemos una conducta social que se empieza a reforzarse en la mente colectiva. En los medios vemos algo que funciona para conseguir objetivos que de otra forma parecen estar vetados: la lucha.

La influencia de este Efecto se puede explicar por clásicos del conductismo y las teorías del aprendizaje como el Condicionamiento Operante, postulado por B.F. Skinner. El psicólogo, no el de los Simpsons.

Me explico.

Skinner evolucionó los enunciados pavlovianos de mera asociación (campana-salivación), centrándose en el aprendizaje activo que se produce como consecuencia de la interacción con el entorno. Básicamente, entre otras cosas explica que una conducta puede verse reforzada de manera positiva o negativa, provocando que la misma se fortalezca o se debilite en función de los resultados obtenidos.

Se basó en una serie de experimentos en los que colocaba a ratas o palomas en ambientes que dieran pie a pocas opciones de respuestas, como laberintos o jaulas. Por ejemplo fue capaz de conseguir que las palomas aprendieran a obtener alimento al pulsar un botón, de modo que al hacerlo recibieran alimento. Además fue capaz de que reaprendieran y variaran su comportamiento al variar el patrón de recompensa. Así, cambió el botón por otros estímulos, llegando a conductas que no tuvieran relación aparente, como estirar el pescuezo de una forma notoria.

Trasladando este planteamiento a lo que estamos viviendo en el Gamonal, podemos ver que hay similitudes: son las propias instituciones y políticos los que están reforzando activamente la lucha activa como medio para obtener el alimento social. Hace una semana, con las mismas reclamaciones y de una forma más convencional, no obtuvieron respuesta, así que variaron el patrón. Asimismo, vemos que el patrón de paseíllo con pancartas y proclamas no alcanza resultados visibles y notorios en el corto plazo.

Es decir, que más de las más de 3000 manifestaciones que tenemos en Madrid al año, obtienen un refuerzo negativo. Que muchos lo sentirán como un castigo. En ambos casos se tenderá a extinguir un comportamiento que no obtiene el refuerzo que necesitan.

Si a esto a le añadimos el aprendizaje vicario o modelado, el que es por medio de la observación, tendremos a esos participantes de las más de 3000 manifestaciones tomando buena nota de lo que hay que hacer para que te escuchen.

También encontramos algunas diferencias notables. Ante todo, el hecho de que era Skinner el que decidía qué conducta era operante. En este caso es al revés. No creo que la intención institucional sea fomentar el enfrentamiento, sino más bien el adormecimiento. Y es que, siendo animales también, tenemos más recursos que las palomas. Estos hechos reflejan además de quién viene el poder: de la ciudadanía. Nosotros hemos cedido nuestra soberanía al Estado y las instituciones que lo representan por medio del contrato social. Pero su incapacidad y prepotencia escudada en las urnas les ciega. Somos muchos los que queremos cambiar del juego de unos y otros. Esto puede hacer que las palomas de Skinner se conviertan en los Pájaros de Hitchcock.

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¿Y si nos vamos y nos negamos a jugar su juego?

Esto también nos diferencia de estos experimentos. Como personas y ciudadanos, tenemos el poder de organizarnos y de ir a por un objetivo común. Podemos dialogar para contemplar nuevas alternativas y puntos de vista. Para ello hay que ser conscientes y responsables de nuestros actos. No basta con delegar nuestra responsabilidad y cumplir votando una vez cada cuatro años algún partido con programas que no leemos. Además, en el caso del Gamonal, tanto el PP como el PSOE tenían esa reforma del bulevar y fueron las fuerzas más votadas, muy ampliamente.

De cara a los que nos gobiernan de uno u otro signo, la estrategia del no por bandera y la imposición no funciona en estas circunstancias. No cuando los engranajes de la economía de consumo chirría por todas partes. No ahora que no podemos comprar casas, coches y televisiones gigantes. No ahora que vemos esa impunidad tan atrevida, casi en cada declaración. No ahora que no hay trabajo y el que hay cada vez es más precario. No ahora que nos sangran a impuestos a la vez que recortan derechos sociales. Cortinas de humo varias, el fútbol y el Sálvame no son suficientes.

A nivel social, tenemos un poso de hartazgo ante todo ello, un enfado que se está enquistando. De momento toma forma de una «tolerable» indignación, pero si no se canaliza de forma adecuada no es de extrañar que haya brotes de ira o aún peor. Este impuslo está ávido de símbolos como éste, en el que entra cierta concepción romántica de la lucha. No estoy diciendo nada nuevo, a la historia me remito desde que tenemos registro de la humanidad. Sabemos que a este respecto, llegado el caso no hay represión ni porras que valgan.

Como institución, si quieres reforzar comportamientos pacíficos, escucha de primeras. No esperes a que quemen contenedores o paralicen una ciudad. Negocia, crea nuevas opciones que satisfagan un poco a todas las partes, sal del blanco o negro. Porque si no, fomentarás dos conductas cada vez más polarizadas: la sumisión o la lucha. Con el peligro de que se perciban a las instituciones como enemigo más que como un aliado, como una casta de privilegiados más bien propia del despotismo ilustrado.

Sigo creyendo que estamos en un punto de inflexión, uno de esos momento que podrán estudiar los que nos sucederán, ya sea algo que se traduzca en un cambio real o un apenas un pedete de lo que pudo haber sido.

Salir de la caja, o de la jaula, que nosotros mismos hemos creado mediante al menos una tercera vía, la del diálogo. Sólo eso nos permitirá encontrar soluciones nuevas y crear unas bases sólidas de convivencia futura.

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