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El amor. La piedra en la que tropiezas una y mil veces. Ese algo tan bonito en lo que no terminas de creer. Eso que es para otros… Y sí, para algunos privilegiados, también ese alguien con el te despiertas cada mañana. Pero cuidado, que aquí nadie puede confiarse. Según un informe del Instituto de Política Familiar (IPF) de 2010, dos de cada tres matrimonios en España terminan en divorcio. Durante el período de 1998 a 2008, los casos de divorcios se triplicaron, colocándonos en los primeros puestos de Europa. ¿Qué podemos hacer para vencer a las estadísticas?

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La compatibilidad no entiende de colores. (Foto encontrada en pulptastic.com)

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Autoestima: 10 claves que todos deberíamos saber

Austoestima es uno de esos términos psicológicos que tiene tantas acepciones como autores. Tras décadas de publicaciones científicas, programas de inteligencia emocional y libros de autoayuda que prometen conquistar el mundo y parte del universo conocido a golpe de actitud y amor propio, lo cierto es que aún estamos lejos de un consenso en cuanto a su definición y funcionalidades.

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Aprender a aceptarnos sin caer en la autocomplacencia

Sin embargo, parece que hay varios puntos claros en común:

1.- Hay diferentes clases de autoestima. Podemos hablar de una autoestima global, de cómo nos sentimos en general, sumando aquellos roles y áreas vitales en las que nos desenvolvemos. Y por tanto de otras específicas precisamente al deconstruir la genérica: padre, trabajador, amigo, jugador de baloncesto…

2.- El peso de cada autoestima específica sobre la global, varía. Exacto, no todas son igualmente importantes. Cuanta más carga emocional, simbolismo y vínculo tengamos con la misma, más influirá en nuestro estado general. No es lo mismo jugar un mal partido de baloncesto echando una pachanga con los amigos que al ser un profesional de la ACB.

3.- La autoestima fluctúa. De un día a otro e incluso de una hora a otra. No es extraño que un día nos levantemos con un gran estado de ánimo y al día siguiente, sin motivo aparente nos sintamos incapaces en general. Tendemos a pensar en al autoestima como en algo estable, pero varía según el feedback externo de nuestro entorno y nuestros propios pensamientos, conscientes o soterrados, ese diálogo interior al que estamos acostumbrados. Unas personas utilizan estrategias cognitivas más efectivas para tener cierta estabilidad, mientras que otras son auténticas montañas rusas emocionales.

4.- Tener un nivel máximo de autoestima no es lo mejor. Sí, vale tenerla alta indudablemente es bueno, pero tampoco demasiado alta. A menudo, una autoestima aparentemente muy elevada es un reflejo de una inseguridad latente que necesita ser satisfecha. Por ejemplo, un narcisista puede tener sentimientos muy reforzantes hacia uno mismo, pero en realidad forma parte del maquillaje emocional protector y por lo general será muy vulnerable a críticas e incluso pequeños comentarios que puedan cuestionarlos. Un ego desmesurado o una seguridad absoluta pueden ser reflejo de unos cimientos que necesitan ser reforzados, pero no desde esa manera.

5.- La autoestima no está relacionada con el atractivo físico. Estudios científicos han demostrado que personas con baja autoestima son considerados igual de atractivos que personas con un valor alto. Sin embargo, de una forma secundaria sí tiene que ver en cuanto a cómo te presentas, desde tu forma de vestir a la seguridad y cómo te expresas ante los demás. Todos tenemos ejemplos de esto en nosotros mismos.

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Por no decir que podemos caer en manos de auténticos desaprensivos…

6.- Las personas con baja autoestima son resistentes al feedback positivo. Un buen signo de que nuestra autoestima está un poco tocada es un cuando rechazamos sistemáticamente todo cumplido o buena crítica que nos llega. No estoy hablando de la humildad, sino de cuando nosotros mismos buscamos los argumentos más peregrinos para tirarlas abajo. O las tiramos abajo sin más, llegando incluso a dudar de la credibilidad del que nos refuerza.

7.- Las afirmaciones positivas hacen que la gente con baja autoestima se sienta peor. Todo este boom del pensamiento positivo porque sí tiene sus peligros. Cuando nos sentimos débiles, inseguros o incapaces, recitarnos sin parar ciertos pensamientos que nos recuerden cuál poderoso y capaz podemos llegar a ser no hará más que hacer más patente cuán lejos estamos de ello. Y conseguir el efecto contrario. Por ello la limitación de la literatura de autoayuda y la eficacia de técnicas como la reestructuración cognitiva, donde se sustituyen pensamientos irracionales limitantes por otros potenciadores, sí, pero tras un proceso de cambio guiado y dentro del sistema de creencias de la persona.

Por desgracia, esta clase de afirmaciones positiva funciona para personas con buena autoestima, pues vienen a reforzar algo que ese alguien ya sabe y, por lo tanto, es coherente con su esquema actual de creencias.

8.- La mayoría de los programas de autoayuda no funcionan. Hay muchos estudios que demuestran que la autoestima de la mayoría de la gente que utilizan únicamente libros de autoayuda para aumentar su autoestima, realmente no cambia después de seguir sus métodos y programas.

De hecho, lo que se observa es que los practicantes de estas técnicas distorsionan el recuerdo de cómo se sentían en un comienzo, de modo que su autoestima de partida más baja de lo que en realidad estaba y así pueda constatarse un aumento de la misma. Este fenómeno se explica por la disonancia cognitiva: para seguir manteniendo que esas técnicas funcionan, distorsionamos la realidad para que encajen con esta creencia.

9.- Una alta autoestima actúa como un sistema inmunológico emocional. Cuando nuestra autoestima está a un buen nivel, somos más resistencia al estrés y la ansiedad, toleramos mejor rechazos y fracasos y nos recuperamos más rápido de los reveses. Tiene mucho que ver con esa famosa resiliencia. Una sana autoestima es un excelente sistema de prevención emocional.

10.- La mayoría del daño que sufre nuestra autoestima es autoinfligido. Perfeccionismos, autoexigencia desproporcionada, sentimientos de culpa… por desgracia muchas veces somos nuestro peor enemigo sin darnos cuenta. Respondemos a nuestros errores con autocrítica destructiva, listando nuestras faltas al detalle a la vez que omitimos o damos por supuestos los aciertos y, en general, haciendo leña del árbol caído. El odio por ciertas partes de uno mismo nos puede llevar a una de las creencias limitantes más insidiosas: el no merecer lo bueno, el merecer todo lo malo que nos pase. Cuidado con esto en el diálogo interno

*Fuente: www.psychologytoday.com

 

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No tienes depresión postvacacional. Tienes carencia de objetivos motivantes

Llega septiembre y con él esa invención de la depresión postvacacional. Porque en realidad no estás deprimido. La depresión es algo más serio que dura mucho más en el tiempo y tiene efectos más severos en tu vida. No. Lo más seguro es que estés agitado por un cóctel emocional que incluye sentimientos de tristeza, aburrimiento, miedo, desánimo, pereza… condimentado de idealizaciones varias y pensamientos catastrofistas si miras al futuro inmediato.

Claro. Las vacaciones son un paréntesis ilusorio, no necesariamente idílico, un túnel que recorremos y que nos devuelve detrás de las rejas de una rutina que no es todo lo bueno que nos gustaría. Y además, al otro lado de esas rejas lo vemos todo más bien tirando a negro. Porque esas vacaciones parecen haberse esfumado. ¡Apenas unas horas en el trabajo y es como si nunca nos hubiéramos ido!

depresion postvacacional

El paraíso tiene sus efectos colaterales. ( Encontrado en p-lanet-earth.tumblr.com)

La dureza de esta confrontación con la realidad depende fundamentalmente de tres variables:

– Lo bien que nos lo hayamos pasado en las vacaciones (para algunos volver al trabajo es una liberación).

– El sentimiento que experimentemos con la rutina a la que volvemos.

– La percepción de nuestras posibilidades de cambio.

Es cierto que es normal que sea necesario un pequeño efecto de reajuste, no somos máquinas. Pero cuando el resquemor pasa a mayores es bueno hacerse preguntas. ¿Estoy contento con la realidad que vivo? ¿Qué quiero? ¿Cómo puedo conseguirlo? El conflicto entre lo que vivimos en las vacaciones y nuestra rutina «normal» puede poner de manifiesto necesidades profundas, más allá de un velero, estar tumbado a la bartola o comer en restaurantes todos los días. Si rascamos sobre la superficie, podremos encontrar conceptos como: diversión, espacio, cariño, seguridad, tranquilidad, desarrollo laboral, ilusión… Ya sea en lo profesional o en lo personal.

El último punto (el cambio) suele olvidarse y nos conformamos con una resignación rutinaria salpicada de escapadas de fin de semana, en el mejor de los casos. Por eso es bueno tener en cuenta al mediador natural entre el punto donde estamos y donde queremos estar: los objetivos.

Tanto desde la psicología cognitivo conductual, e incluso desde el coaching (el bueno, no el de los vendehumos), está demostrada la relación entre pensamiento-sentimiento y conducta. Si introducimos en nuestro esquema mental un objetivo significativo podremos empezar a cambiar nuestros paradigmas y programas mentales para experimentar una realidad diferente.

¿Cómo plantearse objetivos significativos que podamos cumplir? Y que además supongan una solución a esa realidad que no nos gusta. Ser capaces de buscar nuevos horizontes apetecibles y generar nuevas oportunidades, de modo que podamos reencuadrar el «hoy» en un marco más prometedor. Aquí tienes unos puntos a tener en cuenta:

1.- Ahora es el momento adecuado. Estadísticamente hay tres puntos álgidos en el año en el que nos planteamos nuevos proyectos: año nuevo, nuestro cumpleaños y adivina… sí septiembre después de las vacaciones del verano (la famosa vuelta al cole). Ahora más que nunca el mundo conspira a tu favor, te permite ir de menos a más. Es un excelente momento para empezar.

2.- Proponte algo tuyo, no de los demás. Si dejas de fumar porque algún amigo lo ha dejado, si pierdes peso solamente porque te lo dice tu pareja, si estudias inglés porque parece que es lo que toca… lo más seguro es que no funcione. Hacer las cosas para los demás queda muy bien, pero si no hay una motivación intrínseca que nos empuje, iremos perdiendo fuelle. Elige algo que tengas ganas, que te mueva solo de pensarlo, que le encuentres auténtica utilidad, que te ilumine la cara cuando lo digas.

3.- Encuentra la necesidad que hay debajo. Necesidad es una palabra de la que solemos huir y no nos gusta. A veces hay algo en nosotros que clama “Yo no necesito nada!”. Otras veces creemos necesitar algo que en el fondo no necesitamos en absoluto. Lo que es irrefutable desde los estudios de la Psicología y la Inteligencia Emocional, es que detrás de todo deseo hay una necesidad que busca ser cubierta. Una buena manera de conectarnos con ella es preguntarnos para qué vamos a hacer algo. Tirar del hilo hasta que demos con algo potente.

4.- Ve a por un reto, afronta tu imposible. Es verdad que desde el coaching muchas veces se afirma que todo es posible. Yo no estoy de acuerdo con este planteamiento extremo. La clave es conectar de verdad con uno mismo y con nuestro entorno, llegar a un equilibrio que nos acelere el corazón e incluso nos dé cierto vértigo. Una buena prueba es sentir esa pereza que nos tira para atrás y esa pizca de miedo que nos incita a estar donde estamos. Perfecto, porque la resistencia al cambio es señal de que tenemos algo bueno entre manos. Introduce la sorpresa en tu vida. Permítete ser otra parte de ti, descubrir algo nuevo que no esperabas.

5.- Plantea tus metas en positivo. Para nuestra mente no es lo mismo perder peso que estar más delgado. En general, el cerebro sintoniza mejor con el sí que con el no. Muchas veces el no pasa a ser obviado. Es decir, que si te digo que no, ojo, que NO pienses en un elefante rosa volando por cielo moviendo la trompa, seguro que estarás pensando en ese elefante aún ahora mismo. Así, si quiero dejar de fumar, lo que se me vendrá a la mente es “fumar”. Lo mejor será reencuadrar el objetivo en un marco que permita una lectura enfocada en la solución más que en el problema.

Una meta es un sueño con una fecha de entrega

6.- Sé muy concreto y conciso. Los avances en neurociencia confirman que cuanto más seamos capaces de definir nuestra meta, ponerle números y acotarla en fechas, más energía tendremos para llevarla a buen puerto. Ser feliz es mucho más vago e impreciso que trabajar de x y ganar 1500€ al mes el 31 de enero de 2015. Tampoco son buenas aquellas metas que expresadas parecen un relato corto. Hay una fórmula de 7 +/- 2 palabras para aquellas metas que empiezan por “Yo quiero…” Y funciona bastante bien, haz la prueba. Y sí, hay que acotar la meta en el tiempo, ponernos una fecha nos mueve.

7.- Es importante que la meta dependa de ti. Es bueno que el conseguirlo, el sí final dependa de nosotros. No quiere decir que renuncies a metas de encontrar un trabajo X o encontrar pareja. Sí que te plantees submetas de modo que tengas tus éxitos que te impulsen igualmente si no obtienes el resultado que deseas. Puedes maximizar tus opciones para optar a un puesto de trabajo y estar contento aunque no te cojan en una entrevista. Hay casos en los que hay muchas variables que condicionan nuestro éxito. Si te lo curras, no hay fracaso, sólo feedback. Perseverar en el cambio es una virtud que a la larga te llevará a conseguir lo que te propones. Practica coletillas como “No lo he conseguido… aún”

8.- Ve a por pocas metas, pero muy significativas. Practica la síntesis y busca el hilo conductor replanteando una meta que recoja un para qué común a varios objetivos. Mejor condensar tus energías en un río con mucha agua que en muchos afluentes que se secarán antes de llegar al mar. Por desgracia, no tenemos ni tiempo ni energía infinitas, ésta es una buena forma de optimizar tus recursos.

9.- Crea tu simbolismo. Estar más delgado es más que perder 10 kilos o pesar 80 kilos. Puede ser también aceptar la mejor parte de uno mismo, puede ser dar un primer paso saludable para tener un hijo, puede ser estar como quieres estar, estar en paz. Escribir un relato corto es más que juntar letras y palabras en 10 folios puede ser expresarte, crear tu espacio, compartirte, abrirte al mundo, expandir un talento expresivo familiar que ha estado oculto. Encontrar un trabajo X puede ser tener la tranquilidad y la seguridad que necesitas para lanzarte definitivamente a la partenidad/maternidad. En esto consiste la motivación.

10.- Reajusta tus planteamientos iniciales. Muchas veces no somos realmente conscientes del esfuerzo y el tiempo que requiere algo hasta que nos ponemos a ello. En estos primeros contactos, es bueno permitirse un ligero reajuste para situarnos en un reto alcanzable. Ligero, no vale bajar el listón para que puedas pasarlo andando, eh?

11.- Establece puntos de control y seguimiento. Es importante tanto para estos reajustes anteriores como para tener fechas de referencia que nos motiven y nos pongan un poco de presión sana. También resultará muy gratificante y renovador el comprobar que vamos por buen camino.

¿Qué me dices? ¿Tienes algún objetivo ya en mente?

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Ventajas de ser un pesimista optimista, y al revés

Puede resultar curioso que, en una crisis plagada de precariedad, injusticias sociales, corrupción y la percepción de un futuro incierto (por no decir negro) en general… estemos a la vez inmersos en una corriente de optimismo histórica, potenciada sin duda por las redes sociales.

Desde la psicología no es tanto de extrañar, pues si rascamos un poco debajo de esos miles de memes que circulan por internet, podremos ver una necesidad social, enervante para algunos, de que las cosas vayan bien, de tener un punto de luz en este largo túnel. Ante la frustración y el sufrimiento del hoy, prolongado ya en demasía, muchos necesitan (necesitamos) un apoyo extra de esperanza.

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A veces necesitamos un extra de ilusión para seguir

Claro que también hay muchos que han hecho de esta necesidad un negocio fácil, vender humo blanco o de colores, frente al negro habitual. Así que no es de extrañar tampoco que haya otra corriente paralela muy crítica con las frases vacías de autoayuda, enarbolando el sarcasmo y la ironía con los colores del pesimismo. Y, curiosamente con una vehemencia emocional similar a la corriente que se oponen. Su función es defensiva, protectora, ante lo que pueden ser falsas esperanzas.

Estas modos de pensar sociales tienen su eco en nuestra dialéctica interior. Cuando la lucha se decanta hacia uno de los lados, aplastando o negando al otro, es muy posible que surjan desequilibrios. A mi consulta han venido clientes con una desadaptativa euforia desmesurada. También con una conciencia tan crítica que con los demás y consigo mismos que corrían el peligro de ser desadaptados sociales. Extremos.

¿Y entonces? Es cuestión de ser capaces entender la función de cada modo de pensamiento. Primero, hay que decir que tanto el optimismo como el pesimismo son actitudes. Son nuestra predisposición a pensar y actuar frente a una situación, persona u objeto. En general, nadie es pesimista u optimista todo el tiempo. En nosotros coexisten ambos modelos, lo que pasa es que muchas veces nos empeñamos en situar palabras y conceptos dentro del mismo continuo, de modo que o somos uno o somos otro. De ahí la lucha interna y la polarización hacia un extremo.

Es útil considerar los pros y contras por separado y luego integrarlos en nuestro abanico de conductas. Ser capaz de elegir un modo u otro para generar un comportamiento que nos ayude a conseguir lo que queremos, más allá de tener razón. Entrenar esa capacidad que definió George Orwell como doblepensar: poder mantener dos creencias contradictorias en la mente simultáneamente, y aceptar ambas.

 

Del optimismo becerril al optimismo inteligente

Identifiquemos aquél optimismo que no suele llevarnos por buenos derroteros. Me gustan las malas noticias primero.

Hay un optimismo superficial, cerril, talibán. Un optimismo ingenuo amparado en valores idealizados como el de justicia, por el cual si te comportas bien el universo, el karma o el astro pendulón te corresponderán igual forma. Este utilitarismo mágico de la conducta puede ser bastante peligroso, sobre todo por la generación de falsas expectativas, que a la postre nos aseguran un batacazo cósmico existencial.

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Frase bonita, a la par que peligrosa. ¿Todo? ¿En qué te basas?

Muy pegado a esto, hay un optimismo basado en virtudes individuales, que no tiene en cuenta o le quita peso a otras variables que influyen bastante en nuestra vida: cargas familiares, aspectos sociales o laborales…

De esto tira mucho esa famosa lectura de autoayuda anglosajona y es un vergel de razones para los críticos pesimistas y uno de los peros que se le puede achacar a la Psicología Positiva, con fuertes raíces filosóficas en ciertos movimientos protestantes que asocian virtud con éxito. El aspirar a la felicidad, concepto de moda en el coaching, es un objetivo loable y al que estoy de acuerdo en aspirar. Sin olvidar que es un concepto cultural, bastante desnaturalizado antropológicamente hablando.

También está el optimismo ciego. El estar bien a toda costa, negar o pasar por alto todo indicio de lo contrario. Es un optimismo de resignación, conformista, de poner la otra mejilla, ver el vaso medio lleno cuando quedan tres gotas. Una huida de las emociones «negativas», personas que no se exponen a la tristeza, al asco, al enfado… Como un Ned Flanders que acabará por explotar antes o después, cuando vengan mal dadas, cuidadín si te pilla cerca.

Pero claro, no todo es malo. La buena noticia es que los seres humanos estamos programados para tener un pequeño sesgo a favor de nuestras capacidades. Tanto es así que está comprobado que las personas deprimidas son quienes tienen una visión más «realista» del mundo que les rodea.

Desde la Psicología Positiva, con autores como Seligman o el impronunciable Mihalyi Csikszentmihalyi con su Fluir, una actitud optimista es fundamental para alcanzar retos que estén ligeramente por encima de nuestras posibilidades y ser capaz de trabajar competencias como la resiliencia (renacer de nuestras cenizas, básicamente) y la tolerancia a la frustración. Nos permite tener la mente abierta ante nuevas soluciones.

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La clave es la capacidad de generar nuevas posibilidades

Desde la Inteligencia Emocional, una actitud optimista nos permite afrontar y gestionar emociones como el miedo, el enfado, la tristeza y el asco, transformándolas en soluciones y tiene que ver con una sana autoestima.

Además, nos conecta con un propósito de utilidad. Si no fuéramos optimistas no habríamos salido de la caverna ni habríamos llegado hasta aquí. ¿Para qué inventar el fuego? ¿Para qué inventar la rueda? ¿Para qué hacer esto o lo otro si todo da igual? El optimismo mesurado nos permite visualizar una realidad que nos guste más y de la que queremos formar parte. Nos da energías para trabajar desde el hoy superando un sinfín de dificultades. Cosa que un pesimista se quedaría en nada porque total, ¿qué más da si el mundo es una mierda de todas formas?

El optimismo inteligente consiste en aunar la creencia en que las cosas nos van a ir bien con una comprobación empírica acerca de los talentos que necesitamos para llevarlos a cabo, dejando espacio a que los demás aporten su parte. Es fundamental para ser capaces de generar nuevas posibilidades, dotarnos de capacidad donde aplicar nuestros talentos. Combinar seguridad con libertad.

Es una afirmación amparada en datos. Es tener la cabeza en las nubes y los pies en la tierra. Es mantener el equilibrio entre hacer que las cosas pasen y dejar tiempo a que pasen. Asumir que tenemos libertad dentro de nuestras limitaciones y cuestionarnos éstas últimas. Saber valorar las pequeñas cosas de la vida, sí, pero no conformarse sólo con ellas.

El modo pesimista tiene el gran peligro de anclarnos en nuestra zona de confort, de pinchar ilusiones propias y ajenas, desinflarnos ante la vida. Es uno de los marcadores de la depresión y a veces adopta la forma de ingenios afilados y brillantes sarcasmos, graciosos para un rato, pero que a la larga no hay quien los aguante.

Y también tiene una función positiva, que es el pensamiento crítico, esa sombra destructiva que pone a prueba la solidez de nuestros argumentos, la potencia de nuestros talentos, el que sopla para ver si ese sueño es humo o tiene visos de realidad. Bien utilizado puede ser una desconfianza sana en nosotros y en los otros, el no todo vale, el ser consciente de que en nuestro mundo convivimos con realidades horribles.

Convertirnos en pesimistas optimistas o al revés puede aportarnos muchas ventajas, ¿no crees?

 

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¿Quieres un cambio político pero te da asco participar?

Se acercan las elecciones y no es de extrañar que un cliente, joven, pasional, lleno de ética, sacara a colación el tema con una mezcla de rabia y frustración. Normal, a pesar de todo este discurso neoliberal predominante, querer no siempre es poder. El futuro (y el presente) es un tanto negro por muchas frases motivantes que se diga uno al levantarse y en muchas ocasiones, el talento y el esfuerzo no obtienen la recompensa que merecen.

Esto puede hacer que muchos vean la oportunidad de cambio desde una perspectiva teñida de estos sentimientos. Básicamente, mi cliente venía a decir que quería un cambio pero le daba asco participar de este sistema.

Desde la inteligencia emocional, el asco es una de las seis emociones básicas de todos los seres humanos. Como tal, es potente y nos lleva a alejarnos de la fuente de nuestra repulsa. En su forma más sencilla, podemos observarla en los niños pequeños cuando una comida no les gusta. Al crecer, el asco aquiere nuevos significados y se socializa. Así, nos dan asco ciertos comportamientos, modos de ser que chocan con nuestra escala de valores.

Estos días vengo observando en las redes sociales mucho asco ante el clima político. Como psicólogo social, esto no me sorprende. Tampoco los desmesurados porcentajes de abstención (alrededor de un 60% si se cumplen los pronósticos) que parecen dar las encuestas. Aunque la verdad es que me esperaba otra cosa, a pesar de este sistema anestésico de voluntades. Ya, qué le voy a hacer, soy de los optimistas. Vale que son elecciones europeas. Vale que es difícil que las cosas cambien. Pero desde luego no votar está demostrado que no cambia nada.

Votar para cambiar

Votar para cambiar

Volviendo a la psicología, que es lo mío, hay comentarios en las redes que inciden en frases como:

  • No quiero ser cómplice del sistema.
  • Quien vota no tiene derecho a quejarse, porque es cómplice de esta farsa. Yo tengo más derecho a quejarme que el que vota.
  • Quiero que lean el mensaje de que esta democracia apesta, queremos democracia real y más participativa.
  • Ninguno de ellos me representan.

Tirando un poco del análisis transaccional de Eric Berne, pensamiento infantil del niño y el moral del padre confluyen en lo que querríamos que fuera y en lo que creemos que debería ser. Esto puede estar muy bien en determinados momentos, pero en otros nos impide hacer uso la otra tercera vía de pensamiento: el adulto. Es decir, para que sirve esto o lo otro, poniendo los pies en la tierra sin perder de vista nuestro horizonte.

El pensamiento adulto, entre otras cosas, se maneja desde la información y se centra en la utilidad, el lado más práctico sin entrar necesariamente en temas morales y mesurando deseos infantiles. Para equilibrar nuestro procesamiento mental y ampliar nuestro punto de vista entrando en modo adulto, podemos empezar bajando el nivel emocional y buscar información de lo que significa hacer una cosa u otra. Hay un montón de blogs de diversa índole que lo explican muy bien. Un brevísimo resumen de todo lo que hay escrito:

  • Votar en blanco: introducir en la urna un sobre sin papeleta, no marcar ninguna opción. Si bien en las elecciones generales españolas o autonómicas esto perjudica a los partidos minoritarios, al elevar el número de vosotos necesarios para obtener escaños; en este caso al ser europeas.
  • Voto nulo: aquél que contiene una alteración o anomalía con respecto al voto estándar. Ya sea por el sobre, que contenga algún tachado, más de una papeleta… Estos votos no cuentan para ninguna clase de conteo. No favorecen ni perjudican.
  • Abstención: no ejercer el derecho a voto. Al no haber votos que sumar, así que no afecta a los resultados directamente. Eso sí, está comprobado que altos porcentajes de abstención suelen beneficiar a los partidos de derecha por tener un electorado que en esto no falla.

Ante esta información, hay una pregunta importante que podemos hacernos para analizar la información. ¿Cuál es nuestra intención? Si, como mi cliente, el objetivo es el cambio, hay algunas conclusiones asépticas:

  • 1.- Votar en blanco. Si bien es un buen gesto y puede querer decir que no estamos de acuerdo con el sistema actual. Claro que también puede ser que nos da igual qué partido gobierne. Es lo malo, los silencios, que es lo que viene a ser el voto en blanco, están sujetos a mucha interpretación. Y ya sabemos la capacidad de interpretar la voluntad de la ciudadanía que tienen los políticos. Utópica posibilidad de cambio.
  • 2.- Voto nulo. Tirar de creatividad y meter una rajita de chorizo puede tener mucha gracia. Pero no vale de nada en la práctica. El chorizo, al bocata o a la cárcel. No a la papeleta. Nula posibilidad de cambio
  • 3.- Abstención.- No participar por motivos diversos. Puedes querer enviar el mensaje del cambio, «esto me da tanto asco que no participo». Claro que también puede ser achacado a que te quedaste en casa con resaca. Como sucede con el voto en blanco, lo malo es que puede ser interpretado nuevamente por nuestros queridos políticos dominantes como les venga en gana. Teniendo en cuenta lo que ocurre en otros países como EE.UU. , donde a veces la abstención sería el partido dominante… es posible concluir que esto no cambiará nada. Habrán leído el mensaje que les envía la ciudadanía, se echarán la culpa unos a otros y blablabá…
  • A este respecto, gracias a los comentarios de los lectores actualizo: hay una formación que se llama Escaños en blanco, para que esos votos disconformes tengan su reflejo parlamentario. Puedes ver su programa aquí.

abstencion

Una vez que tenemos la información y hemos subido el volumen al yo adulto (sin olvidarnos de los otros, ojo), podemos darnos nuevos argumentos frente a esas afirmaciones irracionales. Si realmente queremos un cambio y no sólo tener razón (todo es una mierda, ajá), podremos trasformar ese asco en una acción que realmente nos aleje de la fuente que nos lo provoca. Además, disfrutando de la maravillosa sensación de hacer que nuestros valores vayan a nuestro favor y no en nuestra contra. Y esto acto, damas y caballeros, no es otra cosa que votar.

Has nacido dentro del sistema. A no ser que vayas a una cueva en medio de la nada, serás un cómplice, silencioso, quejumbroso y cansino. No hay nada más del sistema que ser contrasistema. Las elecciones son un proceso de comunicación. Si quieres cambiar algo, envía un mensaje alto y claro con tu voto. Vota a un partido minoritario, hay posibilidades de sobra. Un voto no es interpretable, no se puede manipular ni negar. Si quieres tómalo como un experimento, a ver qué pasaría si ese 60% de abstenciones vertiera su hartazgo en forma de un voto diferente. Una alta participación apoya las peticiones de una democracia más presente, participativa y directa. Cosa que pierde fuelle si un 60% de los votantes pasan de ejercer su derecho.

vota a otros

Si quieres un cambio, votar a otro partido* es más eficaz que ir a 306´6 manifestaciones, 105 escraches y 1.090.876 estados de facebook denunciando la corrupción y lo harto que estás de todo. Si no votas, es posible que obtengas tu pequeña (e inútil) victoria moral. El resto perderemos. Y en la práctica serás igual de cómplice de que ganen los de siempre.

*Según la Universidad de Miskatonic

 

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Prevenir problemas de pareja: claves para dormir (o no) bien acompañado

Junto con el cambio de la situación laboral, los problemas de pareja son uno de los motivos más recurrentes a la hora de que mis clientes acudan a consulta.

No es de extrañar. Elegir y que a la vez nos elijan es complicado. Es bueno hacer esfuerzos para que las cosas funcionen. Aunque hay algunos datos que parecen indicar que muchas veces no se hacen en la dirección correcta.

relacion de pareja

Elegir y que te elijan.

Por ejemplo, un informe del Instituto de Política Familiar (IPF) de 2010 muestra que dos de cada tres matrimonios en España terminan en divorcio. Durante el período de 1998 a 2008, los casos de divorcios se triplicaron, colocándonos en los primeros puestos de Europa, si bien con la crisis ha habido un descenso drástico por las consecuencias económicas que conlleva el proceso.

Jeannette Lofas muestra en su libro «Step Patenting» algunas investigaciones realizadas en EE.UU. en este campo, concluyendo que el concepto de familia tradicional está en pleno proceso de transformación y que cada vez es más usual encontrarnos con una familia reconstituida. Así, alrededor del 50% de las familias americanas responde a segundas uniones. La media de duración de un matrimonio actual es de siete años y uno de cada dos termina en divorcio.

¿Qué es lo que hacemos mal? ¿Qué podemos hacer para no someternos al azar y ser víctimas de la estadística? Uno de los errores más comunes es creer que las relaciones surgen como por arte de magia, como si los sentimientos siguieran leyes ajenas a nosotros, más propias de fenómenos meteorológicos cambiantes extraños a nuestra gestión emocional.

Una relación es compleja en el sentido que hay dos pequeños universos en contacto. Que confluyan dando lugar a una nueva galaxia o acaben por enfriarse o explotar debido a problemas de pareja, depende en gran medida de contar con unos buenos cimientos estelares:

1.- Una sana autoestima personal. Tener la sensación de estar completos por nosotros mismos, evitar tópicos románticos que lleven a considerar que nos hace falta un otro para ser. Huir de medias naranjas e ir a por la pieza de fruta que nos apetezca. Pero entera.

Por supuesto, podemos apoyarnos en nuestra pareja en momentos puntuales, pero pretender que nos complete o supla nuestras carencias vitales a menudo es un error. En la fase de enamoramiento, podemos correr el riesgo de proyectarlas en la nueva pareja, idealizando y sesgando la percepción de la persona. Convertirla en alguien que no es.

Cuando esta fase acaba, prestamos atención a otras facetas. De ahí que muchas veces tratemos de cambiar al otro, quizá empezando por su forma de vestir o hablar, para luego ir cambiando algo más profundo. También se pueden dar pensamientos del tipo «has cambiado», cuando en realidad quien ha cambiado su visión, de una fantasía a una más real, ha sido uno mismo.

En este sentido, aceptarnos y estar bien con nosotros mismos es el requisito principal para poder aceptar y querer al otro por lo que es, no por lo que queremos que sea.

Hay parejas que están asentadas en el déficit más que en la potencia, manteniendo un statu quo un tanto patológico que cumple una función protectora, originando mutua dependencia. El caso es cuando un miembro de la pareja ve cubierta su necesidad, supera esa situación de déficit… es entonces cuando la pareja se queda corta y se tenderá a la ruptura.

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Las cosas claras.

2.- Estar en paz con el pasado. Es un hecho que cada vez que cumplimos años, además de necesitar más aire para soplar velas, vamos añadiendo experiencias a nuestra mochila de vivencias.

En nuestra andadura vital tendremos callo en algunas áreas, estaremos más sensibles en otras y a buen seguro luciremos heridas y cicatrices. Es fundamental conocernos y limitar la influencia que pueda tener nuestra trayectoria en nuestro presente, de modo que sea adaptativo y responda a éste.

No es justo hacer responsable a una nueva pareja de hechos que vengan de una etapa anterior. A veces endilgamos un suceso pasado a modo de pecado original, corresponsabilizando a la persona por lo que otrx ha hecho, como si nos debiera algo o para justificarnos en ciertas licencias. Que nos hayan engañado no nos da derecho a engañar, que en otra relación hayamos renunciado a partes que creíamos irrenunciables no nos da derecho a avasallar. No se trata de igualar las cuentas globales. Cada relación de pareja responde únicamente a ella misma.

3.- Espacio. Esto guarda relación con los puntos anteriores y es la capacidad de generar un espacio común, donde el espacio es también el tiempo que se dedica a las diferentes áreas importantes que componen la vida de cada uno. Conformar ese territorio de crecimiento requiere un esfuerzo activo, de modo que haya un equilibrio entre el yo y el nosotros. El espacio es tiempo y aire.

Especial cuidado a esos ferraris del amor que pasan de 0 a 100 sin asentar las bases. También con aquellas parejas indivisibles en las que quedar con uno significa automáticamente la presencia del otro.

Es muy importante seguir manteniendo una presencia activa, con una adaptación, en el resto de áreas que eran importantes antes de conocer a esa persona con la que estamos compartiendo la vida. Son parte de nuestra identidad y es bueno nutrir de varias fuentes nuestro sentido de la pertenencia.

Es bastante usual que uno de los miembros de la pareja deje de lado algún área, sobre todo social. Esto ocasiona un desequilibrio: por un lado, uno se convierte en el responsable de ese ocio y sustrato social del otro, una invasión de ese espacio; y por otro el abandono de una importante red de apoyo. Puede ser motivo de tensiones y desajustes. Por no hablar de esas parejas burbuja que parecen coexistir en otra dimensión a años luz de sus esferas sociales.

Este espacio, con el tiempo se convierte en una conexión especial que tiene sus propias normas, alejadas del qué dirán y de la influencia social limitante. La pareja se convierte en fuente de estímulos y refuerzos en sí misma. Por ello es importante dedicarle su tiempo y esfuerzo, para que las aguas fluyan limpias.

El resultado de la suma de los dos, ha de ser una realidad que contemple el yo dentro del nosotros, 1+1=11. Dos que siguen siendo ellos mismos y además son algo más. Muy importante este «y».

problemas de pareja

Como la vida misma.

4.- Intimidad. Este punto hace referencia a la calidad de este espacio. Tiene que ver con la capacidad de compartirse, ser capaces de dejar entrar al otro dejando el escudo y el hacha fuera, sin mecanismos defensivos. Dejarnos ver y que nos vean, escuchar y que nos escuchen, sentir y que nos sientan.

Cada uno tenemos un modo de expresar nuestra intimidad, también unos límites que son privados. No se trata de que no haya secretos, sí de que la sensación de comunicación íntima, de aquellas cosas que son importantes para nosotros, fluya de una forma acompasada. Recíproca.

Algunas parejas tienen conflictos aquí, ya sea por un hermetismo extremo o por un caudal íntimo demasiado intenso. De ahí la sensación de convivir con un extraño después de varios años o el no filtrar y generar tensiones internas por un torrente demasiado emocional ante cualquier situación. Ambos son síntomas de una inteligencia emocional que se puede trabajar bastante más.

Cuando no se alcanza un grado de intimidad profundo, podemos caer en una relación superficial que, aunque es posible que se mantenga en el tiempo, antes o después podrá quedarse insulsa y resaltar tentaciones en forma de pensamientos o conductas que pueden poner fin a la relación.

Por supuesto, la intimidad incluye el sexo, un contacto íntimo que va más allá de lo corporal y su vivencia funciona con un indicador más de la salud de una pareja.

5.- Valores compatibles. La importancia de conocerse. La psicología y el desarrollo personal también tienen su función más allá del déficit. Saber quiénes somos es un proceso que dura toda una vida, pero sí que es posible que sepamos cuáles son los valores que nos mueven (de verdad, no los que decimos con una caña).

Al crear un espacio común y llegar a una comunicación íntima, expresamos una serie de creencias de cómo es y cómo queremos que sea nuestra realidad. No sólo el qué decimos sino el cómo y el para qué.

Un síntoma de las parejas que funcionan es que ciertos conceptos clave, como «amor», «familia», «futuro»… parecen significar lo mismo. Quiero decir que el significado y los matices que cada uno tenemos de conceptos abstractos y vivenciales suelen ser más sentidos que lo que dice el diccionario. Una pareja que funciona es capaz de dar un significado y un ritmo propio a su relación, por encima de pautas sociales o presiones de diferentes grupos.

El tener un sistema de valores compatible, no necesariamente el mismo, hace que los engranajes de la relación estén bien engrasados. Facilita el centrarse en lo importante más que en conductas puntuales, con la posibilidad de cambiar estas en una negociación profunda, en la que el criterio para saber si una solución buena o mala es saber si trabaja sobre un valor o no. Esto muchas veces se hace de un modo inconsciente.

Una señal de una conexión en valores en las primeras etapas es la sensación de que conoces a alguien como de toda la vida. Y es que el fondo, es casi como estar con uno mismo.

6.- Proyecto común. De cara a una relación que se mantenga en el tiempo, este punto es muy importante. Tanto que a partir de cierta edad, puede ser lo que la propicie por encima de cualquier otro factor de índole más «romántica». Puede ser tener hijos. O tener un compañero para compartir la vida. Es el lado práctico que conecta con el para qué vital de cada uno.

Son las expectativas que ponemos en juego para saber si merece la pena o no emplear nuestro tiempo, arriesgarse o seguir buscando.

Un proyecto común, que incluya varios objetivos compartidos, es el hilo conductor de una relación duradera. La capacidad de ajustarse a los diferentes vaivenes y circunstancias, el poder generar situaciones de avance, introducir novedades que supongan retos y den pie a dos emociones fundamentales: la alegría aderezada con cierto grado de sorpresa.

Una pareja sólida puede conseguir más que un individuo en solitario, ser más resistente, contar con más posibilidades y obtener mayores recompensas tangibles o intangibles.

El reto es plantearlo de manera que el reto no suponga a que tener que renunciar a un proyecto propio. Esto, a la larga, puede ser motivo de conflicto al sentir que nos hemos dejado algo importante por el camino.

7.- Complicidad. Es ese nivel de comunicación superior, es no tener que justificarse, es saber qué hacer, decir y no decir… Es un fluir natural, un signo de que las cosas funcionan y no hace falta plantearse por qué. Se sabe sin más. Para mí, es uno de los ingredientes fundamentales.

Un sumatorio de los puntos anteriores que incluye las tres necesidades básicas del ser humano: seguridad, amor y libertad.

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Tu jefe frente a la ley del espejo

Después de 50 clientes personales y ya sobrepasando ampliamente la centena en formaciones diversas, es bueno dedicar un tiempo a echar un vistazo a las bitácoras de seguimiento para extraer conclusiones. Lo que funciona y lo que no funciona tanto.

Un dato me ha llamado especialmente la atención. Alrededor de un 70% de mis clientes vienen para mejorar su situación en el trabajo. Me llamó la atención un cliente que tildó a su jefe de ser Tywin Lannister. El área laboral sigue siendo el principal foco de atención para muchos a pesar del leve repunte de los datos del PARO. Hoy leía en un artículo que el 78% de los que siguen a una marca en redes sociales lo hacen para estar al tanto de ofertas de trabajo.

Como psicólogo, yo no me muevo en el ámbito asistencial clásico, hago más énfasis la mejora que en el déficit, por mucho que me refiera en gran medida a las mismas situaciones: ansiedad, depresiones, inteligencia emocional… El caso es que el trabajo a menudo da ese empujoncito extra para contar con la ayuda de un profesional que no dan otras áreas, como la personal en sí misma o la de pareja, por ejemplo. Parece que si fuera por nosotros mismos o por la relación con los demás, podemos pasar. Pero tal y como están las cosas sí invertimos para tratar de alcanzar ese puntito de gozo y seguridad en lo laboral.

Aunque, otra estadística curiosa, una vez metidos en harina aproximadamente el 80% de los objetivos de los diversos procesos tratan el tema profesional tangencialmente o como parte del camino, no la solución final. Hay otros temas, como el clásico de afrontar el tabú de la muerte.

Y no es que estemos involucionando hacia el homo faber de Marx, es que destinamos nuestra atención y recursos limitados a aquello que nos preocupa especialmente. Y de entre todo el maremagnum de nuestro entorno profesional, hay una figura que suele tener un protagonismo ritual, enarbolando el estandarte de nuestros desvelos: el jefe. O la jefa claro, según el caso.

ley del espejo

¿Qué hacer cuando tu jefe se parece a Tywin Lannister?

Sí, en el podium del puchero laboral también están ciertos compañeros y algún que otro directivo, pero no hay quien desbanque a nuestro superior, en este caso con un parecido más que razonable a Tywin Lannister. En las primeras fases de ciertos procesos, de estos que parecen laborales pero no, es muy común que aparezca su alargada sombra a través de comentarios de determinadas situaciones conflictivas. Puede ser bastante útil, más allá del desahogo, para identificar aspectos importantes no del jefe, sino de nosotros mismos.

Por muy razonables que sean las reivindicaciones de cada uno, el jefe está fuera del alcance de un proceso personal. Así que es bueno recoger todas las aseveraciones, sentimientos y comportamientos que nos provoquen ciertas situaciones y pasarlas por el filtro de la ley del espejo. Que viene a decir que percibimos en los demás aquello que nos gusta o, más usual en este caso, lo que no nos hace ni pizca de gracia de nosotros mismos. Es decir, si creo que mi jefe tiene rasgos parecidos a Tywin Lannister, será bueno que me pregunte qué hay de Tywin en mí.

La ley del espejo hace referencia a una proyección psicológica, un mecanismo de defensa que se activa en situaciones que nos generan conflicto emocional o cuando sentimos una amenaza interna o externa. Proyectamos en los demás aquello que no estamos preparados para asumir. Es la forma que tiene nuestro subconsciente de saltarse el férreo control de la mente racional, capaz de ver la brizna de hierba en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.

Ya decía Confucio «Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo. Cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo». Y no es que no haya hombres, o jefes, malos. Sino que es más práctico y honesto empezar a ver qué hay del otro en nosotros, entrenar nuestra inteligencia emocional. Muchas veces jugamos a los adivinos al creer saber las intenciones y los motivos que llevan a la otra persona a hacer lo que hace.

No nos percatamos de nuestra parte del reflejo. Puedo enfadarme porque creo que el jefe ha pervertido una profesión, hacerle responsable de que yo sea tan cómplice como él de ello. También puedo despreciarle porque se ha quedado a medio camino y no ha llegado a donde podía llegar. Al igual que yo lo pienso cuando no consigo dormir por las noches. Culpamos al otro de lo que nos sucede, lo cual nos acaba dejando indefensos y sin alternativas.

No vemos al mundo tal como es, sino tal como somos.

En el caso del jefe, afirmar que no confía en nosotros, que nos tiene especial inquina por algo, que es un trepa sin corazón, alguien que va dando bandazos, un incapaz a la hora de asumir responsabilidades…  Son pensamientos enjuiciadores que suelen ser más un reflejo de miedos propios o actitudes nuestras que están sin comprobar. Además, muchas veces nada tienen que ver con lo laboral. Es frecuente que algo de esto tenga su eco en otras áreas que consideramos más controladas, por eso al final el objetivo del proceso acaba transformándose a través de la mejora en otros aspectos de nuestra vida.

Saltarnos esa mente racionalizadora a la que le basta tener razón y nos incita quedarnos como estamos, a quejarnos y a ver lo peor de nosotros en los demás sin siquiera darnos cuenta de ello. Poner más el foco en nosotros y menos en los demás es un buen punto de partida para utilizar a nuestro favor esta ley del espejo.

Esto nos dará una mejor comprensión de lo que nos pasa y más poder personal para poder cambiarlo, empezando por nosotros mismos. También nos ayudará a convertir estos juicios en hipótesis de trabajo que han de ser corroboradas o no, siempre en función de unos objetivos.

Con esta perspectiva, muchos clientes han conseguido mejorar su relación con su superior al transformar estas creencias limitantes y crear un espacio de entendimiento común. Hay que tener en cuenta algo que muchas veces se nos olvida. Que el jefe también es una persona y que está sometido a las mismas emociones que nosotros. Al entrenar nuestra inteligencia emocional, seremos más capaces de gestionar nuestras emociones y detectar las de los demás para poder ofrecer soluciones más que problemas.

A través de la asertividad podremos dialogar para expresar cómo nos sentimos lo que queremos y poder lograr el reconocimiento, la responsabilidad o la subida de sueldo que creemos merecer. Dar la posibilidad a que las cosas sean de otra forma. La inteligencia emocional es una competencia cada vez más demandada por recursos humanos en los puestos intermedios y directivos.

En aquellos casos en los que el jefe ejerce de líder autoritario, por lo menos tendremos un conocimiento más auténtico y profundo de las reglas de juego para decidir cómo jugamos y hasta dónde estamos dispuestos a llegar. Una vez que asumimos que el jefe en todo caso nada más tiene poder en la oficina, podremos utilizar nuestro tiempo para, ahora sí, cambiar de entorno laboral con todas nuestras energías.

¿Qué es lo que más te ha molestado de un jefe? ¿Y lo que más te gustó? También hay reflejo en lo positivo claro 😉

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Huelga en publicidad

Si no eres del gremio, es probable que la noticia te suene un poco a guasa. ¡Por fin ver la tele sin anuncios!  Algo estaremos haciendo mal, estamos perdiendo la sintonía con el público al que tenemos que seducir. Según un estudio realizado por GfK en Alemania, los publicitarios estamos a la cola de la popularidad en cuanto a confianza se refiere. Únicamente están peor considerados los vendedores de seguros y los políticos. Claro, ya no hacemos anuncios como los de antes, saturamos más que divertimos.

En realidad somos tanto víctimas de esta excusa devoradora llamada crisis, como responsables de una involución creativa propiciada por una ambición y un inmovilismo desmesurados, amparados en el miedo. El nuestro y el de los anunciantes, aunque vayan por caminos diferentes.

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A esto reducidos.

El decir «somos»  es una generalización de lo más injusta, claro. El fenómeno del que estoy hablando es más propio de las multinacionales publicitarias, muchas ancladas en un modelo que no se adapta al fluir y las necesidades del ahora. Sí, es verdad que hay demasiadas cosas que funcionan tan mal como explica este post en Yorokobu, y que ya nos gustaría que el boli se nos pudiera caer a las 19:00 sin mayores consecuencias.

Pero también es verdad que hoy es un día especial, un pequeño punto inflexión en la gestión del miedo. Hoy es uno de los primeros paros que forman parte de la huelga pactada de la agencia de publicidad JWT ante el ERE de la compañía. A pesar de que el grupo al que pertenece, el mastodóntico WPP, aumentó un 19% sus beneficios globales, han decidido que se puede exprimir un poco más la cosa prescindiendo de plantillas en países menos rentables como el nuestro. Curioso y perverso uso del eje Global – Local.

Vale, es cierto que no es el primer caso de acciones publicitarias. No hace mucho que en Publicis lograron que los cauces fueran por la negociación ante un caso parecido. Y vale, es cierto que sigue en el fondo nos hemos movido (bueno Publicis y JWT, yo me subo al carro con un poco de morro) cuando nos han tocado las barbas. Pero no por ello es menos destacable este hecho, que podría ser un cambio de tendencia. Hasta donde yo sé, es la primera vez que se ha hecho más público y notorio, incluso con un grupo en facebook.

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Una huelga muy activa (si les dejan).

Como ves, no es una huelga de brazos cruzados o pancartas, sino que se ofrecen a trabajar de forma gratuita como acción reivindicativa. Una excelente oportunidad para esos pequeños anunciantes… o lo sería si desde la dirección no les hubiera llegado un comunicado que les advierte que “vuestros contratos de trabajo siguen en vigor y que la prestación de servicios a terceros podría ser constitutivo de un incumplimiento de las obligaciones laborales, incluido el deber de lealtad hacia la Empresa». Entiendo que este afán por lo legal será extensivo al lunes, por ejemplo para levantarlos de las sillas a las 19 o a la que toque según el horario de entrada.

Vale, hoy se trata del ERE, pero creo que tenemos ante nosotros una oportunidad para que se encienda la mecha, no de la dinamita, sino de un pequeño motor de cambio. Pararnos a pensar si estamos propiciando un modelo sostenible, contemplar otras formas de trabajo para conseguir mejores resultados. Los horarios son la punta de lanza y del iceberg a la vez, pero hay mucho más debajo de la moqueta publicitaria.

De alguna forma, nos hemos unido a las reivindicaciones sociales, hemos bajado a la tierra.  De momento no como colectivo, pero sí algunos profesionales que les ha tocado directamente la situación y han puesto límite. Bajar la creatividad del pedestal divino para considerarla una cualidad muy humana, común al resto de los mortales, sólo que algunos hemos decidido convertirla en profesión. Por nuestras venas corre sangre, no horchata ni ambrosía.

Unirnos, hablar en horizontalidad, consensuar. El Club de Creativos tuvo una oportunidad. En sus orígenes algunos reclamábamos que funcionase también como un sindicato de buenas prácticas. Al fin y al cabo, todos los grandes creativos con capacidad de hacer y deshacer estaban ahí metidos. Pero al final se decidió que fuese sólo un escaparate y quedarnos con el aspecto más luminoso. Contemplar la sombra obligaría a cambiar y para qué hacerlo si las cosas funcionan aunque la máquina rechine de vez en cuando. Total, con un par de golpes el motor vuelve a arrancar.

Por eso es importante poner límite, levantar la voz para decir que no todo vale. Podemos apostar por transformar el sector para que se nutra de un combustible más ecológico y con unas prácticas más sostenibles. Una queja es útil si se aportan soluciones también. Así que todo mi apoyo para JWT, también como empresa, para que apuesten por el diálogo más que por la confrontación. Y desde aquí me apunto a unirnos como colectivo.

Quizá las medidas propuestas son un poco tibias: cumplir horarios (??) y el hecho de trabajar gratis suscita controversias… Pero más allá de esto, por mi parte destaco la iniciativa. Es difícil salir de ciertas inercias publicitarias, sobre todo estando tan metido. Visto desde la psicología social, el sector comparte muchos marcadores propios de una secta.

Decía Toni Segarra en la FOA2014 que «hay futuro en la profesión si se tiene vocación por la publicidad». Futuro, ¿para quién? Vocación, y talento, hay a paladas. Pero si no cambiamos, seguiremos lanzando esa vocación, oleada tras oleada a las trincheras en aras de la creatividad. Sólo los más fanáticos serán capaces de seguir el ritmo. No necesariamente los mejores. ¿Vocación? Más bien es un tema de ética y humanidad, lejos de genios, gurús y causas divinas.

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La conciliación laboral empieza antes de dejar caer el boli

A estas alturas de la película parece más que claro que el tópico del españolito medio improductivo ha dado un giro de 360º. Sí, volver al mismo sitio, quedarnos en lo improductivo pero más mareados. Hemos pasado del concepto de trabajador laxo y siesteador, al workaholic temeroso que se plantea si le sale a cuenta el alquiler de su piso o ya total dormir en el sofá del despacho.

Por desgracia, esta es una realidad para muchos en una multitud de sectores diversos y todo un clásico de uno al que estoy muy conectado: el publicitario. Quizá por eso, los chicos de La Despensa se han animado a relanzar un objeto que regalan desde 2003 a todos los clientes cuando comienzan su andadura común:

conciliacion

Un sueño para muchos. Pincha para ver la campaña.

Como explica el cofundador de la agencia, Miguel Olivares en Yoroboku, «Queríamos hacer ver que todo lo que se vive fuera de la agencia ayuda a hacer mejor tu trabajo. La creatividad y las ideas crecen yendo al cine, visitando exposiciones y viendo otras cosas que no están dentro de la oficina».

Esta vez el pack incluye no uno, sino dos bolis, con la idea de introducirlos en el enchufe y sabotear así la instalación eléctrica de tu oficina para poder irte a casa a tu hora. Sí, esto entraña un riesgo mortal, pero también lo es convertirse en un homo faber sin vida personal.

La actualización es una propuesta más drástica que simplemente dejar caer el boli. Al fin y al cabo, después de estos once años parece que más bien la hora de cierre ha ido a peor.

La creatividad me parece divertida y una buena idea, en la línea de esta excelente agencia. También me suscita varias preguntas con respecto al sector y otros en general. Tanto desde la psicología como desde el coaching, partimos de la base que suele ser más útil empezar por mirarse a uno mismo para buscar responsables y, sobre todo para encontrar soluciones. ¿Es realmente el cliente el principal responsable de que salgamos a las 19:00? ¿Es el cliente el que tiene que cambiar su modus operandi? Y… ¿cuándo nos toca a nosotros?

En mi experiencia, cierto es, ahí veo a esa ejecutiva de cuentas que entra casi de puntillas en el despacho a las 18:50 para pedir unos «pequeños cambios de nada» que en realidad cambian todo. Y que son para mañana, claro. Sin embargo, el cliente no suele quedarse en su puesto a esperarlos. Para qué, si le vale verlos a al día siguiente a las 9:00. O desde su tablet en el salón de su casa a lo largo y ancho de la tarde noche.

Creo que, muchas veces, la exigencia y el tremendo buen hacer que aplicamos en el Qué nos la olvidamos en el Cómo. Somos muy creativos en los conceptos y en las piezas que salen, mucho más de los resultados que vemos como público. Sin embargo, en multitud de agencias, la única respuesta ante el apretado de tuercas es quedarnos con la primera idea: trabajar más. En vez de ser creativos en otras áreas, más allá de hacer spots o conseguir premios. Innovar en los procesos y en lo humano. Incluir no sólo la gestión de nóminas, sino la gestión del talento dentro del departamento de recursos humanos. Ser más ambiciosos. Porque no es trabajar más, es trabajar mejor.

Porque no es el cliente el que hace que haya que presentar cinco líneas a nivel interno en un concurso para tomar una decisión. No es el cliente el que vende dos equipos en exclusiva para cierta cuenta, para contar en realidad con uno solo, y encima compartido por algunas más. No es el cliente el que crea un clima de competitivo más que colaborativo. Ni el que hace que un buen brief sea a la vez un chuletón, un marrón y un «cariño, hasta dentro de dos semanas». No es el cliente el que convierte tus hobbies en una odisea. Tampoco el que te deja sin palabra para cumplir tus compromisos, el que sólo te deja hacer planes en el mismo día y a veces ni eso. Y mucho menos el que te dice que te quedes para que te vea el jefe, no vaya a ser… No es el cliente el responsable de una rotación de puestos tan alta que cualquiera diría que haya problemas de encontrar trabajo. O el responsable de algunos egos que se desinflan fuera de la agencia y lo publicitario. Que no sepas qué hacer para progresar.

El cliente es responsable de otras cosas. Más bien podríamos invitar a utilizar el boli para atreverse a aprobar esas campañas tan buenas que se suelen quedar en el cajón. Sí. Ésas con las que la gente decía que lo mejor de la tele eran los anuncios.

Por supuesto, hay agencias que funcionan realmente bien. Más de las que creemos. Pero no tanto por sus clientes, como por marcar sus propios límites y por la aplicación de unos principios que permiten aflorar el talento en todas sus áreas, conseguir resultados en el tiempo que marca el contrato, ese acto de compromiso bidireccional. Que a fin de cuentas la publicidad debería ser una profesión, bonita, rentable, exigente, humana… Pero no una causa.

Ahora más que nunca, podemos mirar más hacia nosotros mismos, apostar por la innovación en procesos y en lo humano, a la vez que cambiamos el modelo hacia un mejor acompañamiento del cliente, englobando la publicidad en un sentido más amplio y eficaz de comunicación.

Al menos, espero que las luces de La Despensa se apaguen a las 19:00. Y las tuyas, cuando te toque, trabajes o no en publicidad.

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¿WordPress o Blogger? Hay preguntas más importantes antes de empezar tu blog

Últimamente tengo la sensación de que estoy deshojando el calendario como si fuera una margarita. El tiempo vuela de flor en flor entre esto o lo otro. Tanto vivir el presente me hizo olvidar el pasado y resulta que a lo tonto Caminantes que no zombies cumple 1 año y 2 meses de andadura.

Si tenemos en cuenta que en 2011, de los 150 millones de blogs sólo un 1% estaban activos pasados 11 meses y que la mayoría de los abandonos se producen en los 3 primeros meses, hasta parece que hay algo grande que celebrar.

gestion del talento

Ya lo dijo el maestro.

Así que muchas gracias por la parte que te toca, que si ti dudo que hubiera llegado tan lejos. Al fin y al cabo, si quisiera escribir para mí mismo estaría escribiendo un diario. Internet no es país para tímidos y para qué voy a decir otra cosa, me encanta que me leas.

Algunos datos aunque son un tanto aproximativos porque me cambié de .com a .org y se quedaron por el camino. Unos 12.000 visitantes únicos, 20.000 visitas totales para un compendio de 43 entradas y 270 comentarios que hace un año me hubieran parecido quimeras utópicas. Como curiosidad, se nota que tú, yo y otros muchos somos amigos de cierta controversia porque éste fue el post más visitado, con bastante diferencia.

Ya con estos 14 meses a las espaldas, creo que mantener un blog es más un ejercicio de constancia que de brillantez o talento. Si eres de los que ahora tienes en la cabeza «uy, pues yo soy muy inconstante»… te diré que ser inconstante te convierte en constante, aunque sea en tu inconstancia. Paradoja que demuestra que cuentas con un recurso propio, la constancia selectiva, que puedes aprovechar a tu favor si sabes cómo. Más que consejos genéricos, aquí van unas preguntas desde la psicología y el coaching para que puedas encaminarte antes de empezar tu blog:

¿Para qué escribes?  

Compartir lo que sabes, expresarte, desarrollar tu talento trabajar tu marca personal, dar un empujón extra a tu negocio, mejorar el posicionamieto web… Sin duda el punto de partida puede evolucionar a lo largo del camino. Pero es muy importante conectar con algo relativamente profundo para que te dé impulso en esos días en los que no hay ideas, las palabras parecen no encajar, el sol brilla, estás en una semana de trabajo infernal… en definitiva, esos días que son los que marcan la diferencia a la hora de sembrar peligrosos precedentes y excepciones en tu constancia.

Un para qué potente que te incite a teclear más que hacer eso otro que seguramente, en algún momento, tendrás en mente. Asumir que habrá altibajos y días en los que costará más. Aceptar que el blog es un compromiso contigo mismo y que requiere su esfuerzo.

¿Sobre qué vas a escribir?

Aquí hay temas y opiniones para todos los gustos. Según tu para qué un tema será más apropiado que otro. Desde luego, si quieres conseguir tráfico a tu blog, lo mejor es generar contenidos útiles para la audiencia… obviedad que me habría dejado fuera en un primer momento, pues no soy precisamente una enciclopedia. Por fortuna, no todo es utilidad, también hay gente que busca entretenimiento o conectar con la autenticidad de otra persona. Y si no, que se lo digan al fenómeno de egoblogger (mi favorito, Dear Carrie)… hay muchos expertos que predicen a posteriori. Esto no es una ciencia, así que si quieres escribir, escribe. Y ve afinando. La comunidad bloguera aporta bastante apoyo en aquellos que interactúan y son constantes, los bueno es que los trolls no suelen pasearse por los primerizos, tenemos poca chicha. En cambio, sí hay gente con mucha ilusión que te puede inspirar.

Algunas referencias más de estos 14 meses. Blogs que sirven de plataforma a proyectos personales: dos autores que da gusto leer y conocer su evolución, trabajando mucho y bien para autopublicar y difundir sus obras, Benjamín Recacha con la aventura de El viaje de Pau (y lo que está por venir), muy comprometido además con la actualidad; y Toni Cifuentes, un escritor muy cercano y activo también en lo actual, que es también es todo un ejemplo de proactividad.

Un gran desconocido con una autenticidad que desborda fronteras emocionales, Cosas que pienso y a pesar de ello digo, con su eslogan «No es mi mejor virtud el filtrar mis opiniones». Errar es humano, pero con una mezcla de ironía y candidez canalla muy divertida. Una muestra de blog más tipo diario personal, que según muchos expertos no interesa a nadie… salvo a una inmensa minoría, creo yo.

Y por último, destacar las imaginativas perlas de edwinconlonpagan, en formato microcuento con una imagen que le sirve de inspiración, todo un talento creativo para los que nos gusta quedarnos rumiando cosas ricas. Formato que lo mismo copio con su permiso (o modelo, más propio de la psicología y la PNL) en algún momento.

¿Quién es tu público?

No es lo mismo escribir para amiguetes que para clientes o para profesionales. Tirando del para qué y el qué, es bueno que te hagas una buena imagen de qué perfiles quieres que te lean. Partiendo de la base de que no se puede gustar a todo el mundo… Aquí un poco de inteligencia emocional para empatizar y, llegado el momento, asumir críticas.

¿Cómo lo vas a hacer?

Y a qué te comprometes. En función de tu público, utilizarás un tono u otro. En función de tu disponibilidad podrás escribir con más o menos frecuencia. Lo importante es marcarse un ritmo y cumplir con él. Que la excepción no sea escribir un post, sino dejar de hacerlo.

Y aquí, vale, ya sí ¿Wordpress o Blogger? Yo no soy un experto en la materia y nada más conozco WordPress. Me decanté por él porque me pareció más intuitivo y visual, con unas cuantas plantillas a elegir. Además, tiene buenas herramientas que te facilitan la tarea de publicar tus posts en varias redes sociales y las estadísticas, sin ser Google Analytics, son bastante completas.

A modo de conclusión, tras estos 14 meses he visto que empecé escribiendo para expresarme y trasladar la psicología al día a día, con cierta frescura. Era un reto que siempre había estado ahí. Ahora el blog ha crecido y forma parte de mi incipiente marca profesional. Por un lado, comunicación en sentido amplio, que empieza con uno mismo, se expande en el tú a tú de un psicólogo cercano y se amplía a las marcas y empresas a través de consultoría estratégica y comunicación.

Por otro lado, el objetivo de este año: acoger y dar difusión a un programa personal para crear un puesto de Gestión del Talento, dentro del área de Recursos Humanos de una empresa que quiera innovar en procesos y en lo humano, no sólo en tecnología, para conseguir mejores resultados y crear un marco organizacional que fomente la emprendeduría interna… entre otras cosas.

De momento me contento con escribir un post a la semana, aunque aspiro a seis al mes cuando el caos en lo profesional dé paso a algo más estable. Tiempo al tiempo.

Así que por ahora, a disfrutar del presente. Muchas gracias por tu apoyo y compañía, tengas o no un blog. 😉

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