Empresas que encorsetan el talento

Siempre digo que me siento afortunado por estar en contacto directo con la realidad que viven muchas personas y organizaciones. Ayer fue uno de esos días que dejan poso y te mueven a actuar, en este caso en forma de post.

Tuve una primera sesión con un cliente que quiere iniciar un proceso de cambio, en un principio aparentemente relacionado con el trabajo pero que, profundizando un poco, va a incluir trazas de algo personal también. Su punto de partida nos es bastante familiar a muchos, ya sea en la propia piel o en nuestras cercanías: una persona que lleva 7 años en una misma empresa, sin apenas evolución pese a las iniciativas de mejora, con una gran sensación de estancamiento y minusvaloración. Incluso después de hacer (y costearse) un MBA siguió desempeñando sus mismas funciones que limitan sus aspiraciones y proyección profesional a corto y largo plazo. Ah, un dato más a tener en cuenta. Mi cliente es mujer.

Así que, como es una persona con iniciativa, hizo lo que muchos han hecho ya. Buscar y encontrar nuevas oportunidades fuera de nuestras fronteras. El talento patrio, aquél del que muchos presumen, una vez más hace las maletas y se va (o se exilia, según se mire). Ya sabemos que los de fuera no son tontos, valoran el talento personal y profesional, no fichan a cualquiera precisamente.

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Últimamente, el talento vuela…

Y de esto va el post. El talento, la capacidad para el desempeño de una ocupación, que tiene su origen etimológico en una acepción griega que hacía referencia al plato de la balanza, al peso… y que además fue una moneda de cambio referente en la antigüedad en el arco del Mediterráneo para griegos, romanos y cartagineses. Así que no es de extrañar que el talento tenga un gran valor, al menos desde el papel.

Quizá la definición más práctica del talento me la dio un consultor de recursos humanos con el que coincidí en una ponencia: es la potencial pérdida que sufriría una empresa ante la marcha de un determinado trabajador. Lo cual quiere decir que al menos hay una persona encargada de anticipar sucesos y planificar en base a ello.

En el ámbito empresarial muchos hablan de ello pero, ¿realmente están organizadas las empresas en base a ello? A lo largo de mi experiencia profesional como creativo por un lado y como coach ejecutivo y consultor estratégico y de procesos, a menudo más bien parece que «talento» es otra palabra comodín, desdibujada y cada vez más vacía de significado. En el saco de «sinergia», «dinámico» o «power balance» (esas pulseritas que conferían poderes ilimitados).

Hay empresas que tienen un marco organizacional que, más que favorecerlo, lo ahogan poco a poco. ¿Es tu empresa una de ellas? El talento necesita aire y espacio personal, también un horizonte común. Aquí van unos indicadores que coinciden en entornos laborales estranguladores:

Responsabilidades y funciones difusas. Esto es bien visible desde el primer momento, cuando se publica la oferta de trabajo. Cada vez más, observamos  perfiles de búsqueda con criterios que no pasaría el mismo Leonardo da Vinci. Redactores artefinalistas, juniors con más idiomas que un embajador, especialistas tan versátiles que sean generalistas… y claro, con una remuneración que no suele estar a la altura de lo que se pide.

Se busca talento, vale. Pero con cierta dosis de desesperación, necesidad y con la autoestima en horas bajas. Cada vez más, el talento se exige, se da por supuesto, pero no se incentiva o se recompensa (y no, no todo es dinero).

Ausencia de un plan de carrera. Ligado con lo anterior, muchas veces se entra a trabajar sin más. Lo cual está bien porque la empresa paga desde el primer día claro. Pero falta aunar expectativas, ya sea para que la experiencia sirva de trampolín o para algo más a largo plazo. Muchas veces, los perfiles de selección incluyen requisitos que sobrepasan la necesidad del puesto actual y sólo se entienden con una proyección de futuro.

Aquí entra la curva de aprendizaje de la filosofía el modus operandi de la empresa, que los veteranos sirvan de modelo y se impliquen con los más nuevos valores y la flexibilidad para incluir los objetivos laborales personales dentro de la organización. Apostar por el compromiso bidireccional, que incluya un plan de formación que sea un plus y parte del salario percibido.

Criterios de mejora poco claros. Hoy más que nunca se tiende a ser resultadista, a muy a corto plazo para más inri. Es cierto que pueden ocurrir reveses y el no alcanzar objetivos puede hacer que no se cumpla con esas expectativas u ocasionar que la relación laboral termine antes de lo esperado. Sin embargo, cuando no hay excusa porque los resultados sí se logran, ¿por qué a menudo es tan difícil mejorar condiciones dentro de la misma empresa? Es muy frecuente el inmovilismo y no saber qué hacer para mejorar porque los criterios son cambiantes causa mucha frustración.

Aunando esto con los puntos anteriores, un sistema de gestión por competencias en base a funciones y responsabilidades de cada puesto y un sistema de feedback 360 con indicadores de desempeño por parte de todos los implicados en cada proyecto (cliente incluido), permiten que el resultado no sea la condición más importante para determinar si alguien trabaja bien o no.

Quizá la empresa no pueda proporcionar al empleado cierto puesto, pero es justo que éste sienta que se está desarrollando profesionalmente, que adquiera la experiencia necesaria para crecer aunque sea fuera de la misma. Es lógico que un profesional en busca de nuevas cotas si ésta no puede proporcionarle la evolución que necesita. Siempre dentro del paradigma ganar ganar para ambas partes, es bueno apoyarse en el camino.

Trabajar para el jefe, no para el cliente. Estamos en la época de la proactividad, otra palabra amenazada con ser vaciada de significado. Ciertos estilos de liderazgo favorecen una dependencia excesiva con las figuras de mando. Estilos directivos castigan el pensamiento divergente y puede hacer perder el foco de lo que es realmente necesario e importante. Estilos muy verticales de gestión generan distorsiones y un juego interior paralelo en que los diferentes departamentos y jerarquías se convierten en clientes internos… que no siempre van en sintonía con las auténticas necesidades del cliente final.

Una empresa puede estimular o estrangular el talento, con todo lo que conlleva.

Espartanismo. En tiempos de crisis se exacerban figuras históricas como Sun Tzu o los espartanos. Me sorprende que sigamos utilizando referencias militares de la antigüedad. Por un lado, esto es trabajo, no la guerra. Y está demostrado que hay otros métodos más eficaces para incentivar el rendimiento. Por otro, sin negar algunos valores positivos que se desprenden del valor de los 300, ¿en serio queremos trabajadores que mueran al final de ciertos proyectos, que sacrifiquen sus vidas por la empresa?

Recuerdo que el mismo rey Leónidas muere en el empeño, ¿algún presidente o director dispuesto en la sala? ¿Un sacrificio profesional y personal para que los demás se beneficien de él? Ah, ya me lo figuraba.

Además, la lucha y el ardor pueden tener su momento, pero hacer de esto una constante lleva al desastre. Y ya que somos resultadistas, ¿dónde está Esparta ahora? Guerreros conquistados por los romanos primero y arrasados por los visigodos después. De su ciudad sólo queda su leyenda por no saber adaptarse al cambio.

Más para los resultadistas: la selección española de fútbol alcanzó su objetivo al apostar por el talento propio, sin imitar otros y crear nuevas formas de juego (sin delantero y con pequeñitos!). Y descartando conceptos tan espartanos como la furia, la raza o los coj…

Para mí el desafío es ir hacia lo humano y la responsabilidad personal dentro del equipo, trabajando sobre los valores y la identidad de la empresa.

Mala gestión del tiempo. El que somos pocos productivos es algo más que un mito. Es verdad que estamos mucho tiempo trabajando y que si hacemos una simple división, el rendimiento es para echarse las manos a la cabeza.

Ya sea porque la cultura organizacional premie el estar sentado delante del ordenador más que el cumplir los objetivos, porque el hecho de trabajar bajo cierto jefe que no quiere ir a casa por los motivos que sean (he tenido procesos de coaching con ejecutivos al respecto) o porque los procesos organizacionales están desajustados… esto es un gran error por el cual se paga un precio.

Primero, la incompatibilidad con llevar otra vida. Ya no ver a los hijos, sino la posibilidad de tenerlos, de emparejarse. Tras anular una cita por cuarta vez a ver quién te aguanta. O los del grupo de rock. O los amiguetes del baloncesto. Las compañeras de baile. Tu familia… Esto favorece la endogamia intrasectorial, juntarte con el que te comprende o directamente que el talento se plantee cambiar de aires, incluso montarse un chiringuito en la playa y dejarse de monsergas.

En una charla de equipo, de estas motivadoras espartanas en las que se invitaba a darlo todo en el trabajo, un cliente en pleno proceso levantó la mano y dijo con calma «¿Y qué pasa cuando darlo todo en el trabajo me impide dar algo en otras áreas importantes en mi vida?». La pregunta no tuvo una respuesta convincente, pero por lo menos su apuesta por expresarse (esto es más ateniense) le ha valido que le cambien de equipo, lo que él quería. Y sí, le podían haber echado, pensarás. ¿Quién dijo que no hay que ser valiente?

Hay muchos que dicen que hay que trabajar más. Yo no estoy de acuerdo. Eso es lo fácil. Creo que hay que ser más exigentes: hay que trabajar mejor. Mejorar los procesos y las condiciones para rendir adecuadamente en el tiempo requerido. En el colegio tenías una hora para hacer el examen… pues eso. Que revolucionar el motor del personal como constante es como esprintar todo el rato en una maratón. Mantener un ritmo insostenible acaba quemando el talento, junto con la persona que hay detrás. Si estamos 10 horas trabajando por sistema todos los días, es que algo falla.

Miedo: Competición Vs Colaboración. Como está la tendencia a ser resultadista a corto plazo y se suele premiar la individualidad más que el trabajo en equipo, el talento no fluye. Hay un miedo atroz, muchas veces paralizante, capaz de sacar lo peor de muchos. Por un lado a que alguien saque partido y brille más que nosotros. Él o yo. Ellos o nosotros, porque a veces la competición es entre equipos. Que no seamos lo suficientemente buenos, que los demás sean mejores que nosotros. Que nos echen por esto o por lo otro. En vez de estar bajo un clima de confianza (¿no has pasado unas entrevistas difíciles?), se vive bajo la égida del miedo, se está más pendiente del fallo que del acierto. Y entonces vas a no fallar más que a arriesgarte a fallar. Desinflas tu talento a la par que tu autoestima.

Si bien está demostrado que cierta dosis de conflicto y competitividad es buena para el desempeño, ésta sólo se da bajo la premisa de compartir metas comunes. El conflicto es bueno que se dé en la manera de alcanzar este objetivo común. De esta forma, la empresa u organización tendrá más alternativas y los diversos equipos pueden aprender formas nuevas hacer las cosas y aún mejor, ser capaces de generar algo nuevo. Pero muchas veces se comparte la forma de alcanzar las metas y se difiere en el objetivo, en el sentido que si lo alcanza el otro, no lo alcanzo yo. Está la percepción y creencia de que sólo puede ganar uno.

Trabajar bajo el paraguas del miedo y la competitividad, además del estrés interno generando, es como pegarse un tiro en el pie.

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El yo dentro de un nosotros común.

Comunicación interna escasa. No es de extrañar tras todo lo anterior que al entrar en una empresa que ahoga el talento seamos capaces de percibir un clima que nos causa desazón. Silencios, miradas bajas, encorsetamiento, seriedad, tonos secos… Sin pretender que una empresa sea una quedada de amigos, sí es bueno conocer con quién trabajas, establecer estilos de comunicación abiertos y asertivos, favorecer la alegría y la sorpresa sobre el miedo, el enfado o la tristeza.

Que haya un poco de espacio para aplicar un poco de inteligencia emocional interpersonal, esa psicología que todos podemos practicar. Crear una newsletter interna para que todos sepan qué hace cada uno, los logros grandes y pequeños. Hacer públicos los objetivos que se puedan hacer públicos, establecer un equivalente buzón de sugerencias para admitir proactividades, cuidar la horizontalidad acercando los diversos departamentos, trabajar con los equipos con planes de formación a medida… En definitiva, todo aquello que entra dentro del famoso salario emocional y que trabaja directamente sobre las necesidades de pertenencia y reconocimiento de un clásico como Maslow.

Como consultor he participado en programas y formaciones de cambio organizacional y en general creo que es necesario algo más. Si bien estos programas funcionan realmente bien y hay un rápido repunte en ciertos contextos, en muchas ocasiones el marco organizacional y las urgencias del día a día acaban por hacernos retroceder al punto original, o casi.

Por eso busco formar parte de un departamento de recursos humanos ambicioso en lo humano como herramienta. He desarrollado un plan de gestión del talento basado en los puntos anteriores y quiero participar en un proyecto de cambio organizacional que busque la implantación de nuevos hábitos en forma de procesos que permitan el doble desarrollo, empresarial y personal.

Vivimos en tiempos de cambio y todos nos beneficiaremos si participamos en él.

¿Es tu empresa una estranguladora de talento o lo potencia? ¿Qué hace para ello?

 

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Dr. Jekyll vs Mr. Hyde

Llevamos una temporada de estrenos de secciones y hoy no va a ser menos. Vamos a hacer honor a ese modo de pensamiento que busca la controversia interior activa, esa vena polemista con menos cintura para admitir discrepancias que Coto Matamoros, ese superyo categorizador de extremos.

En mayor o menor medida, todos tenemos tendencia a simplificar nuestra realidad para facilitarnos la toma de decisiones. Bueno o malo. Frío o calor. Sí o no. Hay veces que realmente ayuda y que las opciones son incompatibles. Otras, nos inventamos dicotomías particulares que forman parte del ideario colectivo. Playa o montaña. Perro o gato. Whisky o Ron. Beatles o Rolling.Cola Cao o Nesquick.

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Todo un clásico en todos nosotros

Si bien esta modalidad de pensamiento tiene una función adaptativa al reducir opciones para poder elegir con más facilidad, esto mismo se convierte en un problema precisamente porque nos deja sin las mismas sin darnos cuenta. Así, nos ponemos entre la espada y la pared, generando una conflictividad interior que da lugar a un sentimiento como que tenemos dos personalidades enfrentadas, una lucha interna que muchas veces proyectamos en lo que nos rodea. Y de ahí el nombre de la sección: VERSUS.

Para ser consecuentes con el gabinete, vamos a empezar con un clásico de la literatura que es a la vez un clásico en la psicología: El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr Hyde, que ilustró con dos décadas de antelación algunos de los planteamientos de Freud, como el desdoblamiento del «ello» y algunos de los peligros a los que está expuesto el «yo». También ha sido un buen escaparate para el trastorno disociativo de la identidad, más conocido como personalidad múltiple y que ha sido retratado en multitud de películas, canciones y obras literarias.

Por fortuna, la frecuencia de este trastorno no es tan frecuente como su presencia en las múltiples películas, canciones y obras literarias en los que ha aparecido de una forma u otra.

Lo que no quita que sea una buena metáfora para dar forma a esas voces interiores, estandartes de apetencias, necesidades y deseos diversos que muchas veces sentimos dentro.

Aviso a navegantes, cuidado que a partir de aquí puede haber spoilers de la obra (aunque manda narices si no lo has leído). Que conste que es uno de esos libros que da gusto leer y explorar por el proceso en sí mismo, más que por llegar a un final sorprendente.

El caso es tenemos dos personajes bien diferenciados. No es casualidad, porque el autor buscaba explorar el conflicto del ser humano entre el bien y el mal. Hay que decir que este conflicto es cultural y propio de la occidental, una herencia judeo-cristiana tanto para católicos como para protestantes varios, agnósticos y ateos. Está entretejido en nuestro sistema de creencias y valores desde que somos pequeñitos.

Por un lado tenemos al bueno. El Doctor Jekyll, un eminente ciudadano de esa rígida y elegante sociedad victoriana. Además, el Doctor tiene una de las profesiones más respetadas de la época y es un dechado de virtudes de cara a la galería.

Por otro lado tenemos a la oscura sombra de sus deseos más prohibidos. Mr Hyde, un ser aborrecible que causa malestar con su mera presencia, difícil de tolerar aún con dinero por delante y al que se le atribuyen toda clase de perversiones y bajos instintos que llegan al asesinato. Según la concepción tradicional él es el malo, más aún después de terminar por usurpar la personalidad del buen doctor, al que acaba ocasionándole la muerte.

Tirando de psicoanálisis, hay similitudes con los planteamientos freudianos y sus derivaciones. Mr Hyde se puede asimilar claramente al ELLO, esa expresión de ciertas pulsiones y deseos, no necesariamente subconscientes.

Hay quien ve al Doctor Jekyll como una manifestación del YO que, en su debilidad, cae en la trampa tan seductora que le ofrecen Hyde y sus desmanes. Para mí ahí está la trampa, pues creo que es una personalidad tan limitante como Hyde. El doctor es la negación de todo impulso que no encaje con la norma social, la represión a toda costa de esos pensamientos «pecaminosos» que opta por disociarse de ellos cuando escapan a su control. Así, es más bien una representación del SUPER YO: de carácter moral y adicta al juicio de pensamientos y acciones, fruto de la interiorización de las reglas sociales y familiares.

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En una lucha interior, siempre hay algo que perdemos.

Y entonces, ¿dónde queda el YO en la novela? En Henry Jekyll, sin más etiquetas y sin la necesidad del Doctor.

Stevenson puso el foco en cierto momento de la historia. Si rebobináramos, probablemente nos encontraríamos a un pequeño Henry siendo aleccionado por su padre o alguna institutriz que le instruirían acerca de los buenos usos y lo que se esperaba de él. La conducta de un caballero, los modales de un hombre de bien, la forma de pensar y de actuar de un ejemplo para la comunidad.

Henry interiorizaría esto en su casa, en su casa. Más adelante en la universidad. Siguiendo la teoría de los juegos de Eric Berne, crearía al personaje del Doctor. Se vería reforzado por todos sus círculos sociales, gracias a este juego se convierte en un respetado e influyente miembro de la comunidad y alcanza el título que le da nombre.

Como en todos los juegos, hay algo que se gana y algo que se pierde. El Doctor ha perdido esos pequeños placeres de los que muchos disfrutan. Ha reprimido en gran medida su espontaneidad, el permitirse fallar, cometer algún desliz. La máscara de perfección del Doctor reprime muchos pensamientos y deseos que causan placer y diversión. Aferrado a ese juego sin jugar otros, el Doctor se convierte en limitante, entierra esos impulsos bajo la alfombra del subconsciente… donde, sin control alguno, crecen y se retuercen sin filtro.

Y aquí es donde se crea otro juego: Mr Hyde. Que llama a la puerta de Henry para ofrecerle los beneficios de un placer ilimitado. Claro que el que abre no es otro que el buen Doctor. Al principio, éste le cierra la puerta en las narices una y otra vez. Pero Hyde es insistente, tampoco tiene otra cosa que hacer. Y además cada vez se hace más fuerte. El Doctor lo sabe, es muy inteligente.

Entonces por fin le abre la puerta y le invita a pasar (al sótano, eso sí) para hablar. El Doctor y Hyde llegan a un acuerdo: Mr Hyde podría tener a Henry de vez en cuando, pero el Doctor no quiere tener nada que ver con ello. Ojos que no ven corazón que no siente. Al fin y al cabo ser bueno es que los demás te perciban y te reconozcan como bueno. Asegurarte de que no te pillen haciendo algo malo. Y si no me entero, no soy responsable.

Y entonces empieza el cambalache. Por el día uno, por la noche otro. Al principio la cosa va divinamente. Los pesos de la balanza empiezan a cambiar, hay un breve estado de equilibrio. Pero claro, el término medio no está en la esencia de ninguno de los dos personajes. Henry es un testigo mudo del efecto rebote. Tras tantos años de represión, ese desconocido en el que se han convertido sus deseos quiere más y más. Henry no sabe cómo pararlo. El Doctor recurre a sus pócimas, a su palabra de caballero. Como Hyde no cree en ninguna de esas cosas, y aunque está dispuesto a cumplir su acuerdo y a escuchar las voces que le incitan a detenerse, las pócimas cada vez le hacen menos efecto.

El Doctor pierde el control y Hyde quiere parar pero tampoco sabe la manera de hacerlo. El fin de existencias de cierto componente de las pociones pone un abrupto fin al juego y con él desaparecen Hyde y el Doctor, dejando a Henry a solas con lo que se ha convertido: un YO casi destruido y tan débil que se ve incapaz de sobrellevar los estropicios del Hyde descontrolado y pone fin a su existencia. Es una muestra de cómo la lucha interna puede suponer la destrucción de nuestros auténtico YO, de nuestro ser, convirtiéndonos en un personaje o en una sombra perversa de nuestros anhelos.

Esta metáfora tan brillante, nos muestra una realidad que muchos vivimos interiormente. Esa convivencia de impulsos y pensamientos que pueden convertirse en una lucha si no los escuchamos y actuamos adecuadamente para transformarlos. Estar atentos a ellos, saber lo que es nuestro y lo que son introyecciones, utilizar nuestra inteligencia emocional para terminar con un tira y afloja que puede acabar con la victoria de una parte sobre otra, en la que como podemos ver, los que perdemos somos nosotros mismos.

Mr Hyde, nuestros deseos y pensamientos «prohibidos», no es malo por naturaleza. Como tampoco es bueno por naturaleza mostrar un comportamiento que siempre se adapte a lo que se espera de nosotros moralmente hablando. Por eso es importante tomar consciencia y reflexionar, porque sólo puedo gestionar aquello de lo que soy consciente. Porque aquello de lo que no soy consciente me controla a mí.

Y tú, ¿eres más Doctor o Hyde? ¿Te suena familiar algo de esto? ¿Qué tal llevas el término medio?

 

 

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Frases para descansar en paz (todas las noches)

Hace unas semanas un cliente se sorprendió a sí mismo comentando en su sesión «una de estas frases que pululan por internet». Siempre había considerado que eran topicazos o ñoñerías y de repente ahí estaba él: empleando su tiempo sacando punta a una de esas ñoñerías que de alguna forma le había dejado tocada su línea de flotación.

No es casualidad. Hablando de estas frases en una larga sobremesa con unos amigos, salió el tema por la proliferación de éstas en facebook. Las hay de todo tipo y calidad, desde simples retazos de powerpoint que dañan la vista hasta auténticas obras de arte que da gusto verlas. Nos encontramos con obviedades que han escapado del corrector ortográfico y con ingenios que nos dejan locos. Y parece que todas y cada una de ellas tienen su público particular.

Desde un punto de vista psicológico, una explicación que pongo encima de la sobremesa es que tienen la capacidad de sintonizar con ese compañero inseparable y tan importante para muchxs: nuestro diálogo interior, el run run, los pensamientos rumiativos, el pepito grillo o como tú lo llames.

Y por eso creo que se merecen una sección para ellas solas, que… tachán!! hoy estrenamos. FRASES PARA DESCANSAR EN PAZ.

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La muerte, a menudo un tema recurrente capaz de quitarnos el sueño.

Una de las ventajas de seguir en contacto con el mundo publicitario es que puedo contar con la colaboración de diseñadores de la talla de Jaime Herreros, mi dupla durante más de 6 años en 3 agencias diferentes.

Jaime ha dado formato a una serie de frases que han ayudado a mis clientes a dar un paso en sus procesos a través de trabajar su diálogo interno, entre otras cosas. Como me gusta empezar fuerte, inauguramos sección en psicología con un tema que aparece con frecuencia en trastornos como ansiedad o depresión: la muerte.

Un tema con cierto componente de tabú social y en el cual los psicólogos estamos con el 130% de nuestros recursos activados para determinar el calado en el trastorno, la función de los pensamientos que tratan sobre ella y calibrar la posibilidad de que se produzca un desenlace trágico.

Por fortuna, en la mayoría de los casos la muerte es un concepto que cumple la función de vía de escape de un sufrimiento que nos vemos incapaces de afrontar, no se contempla como una posibilidad real. No es tanto querer morir como el no haber existido nunca, ahorrarnos angustia, dolor y disgustos. Un poco parecido al concepto de «tierra trágame».

Para trabajar con el diálogo interno hay una herramienta que funciona realmente bien: la reestructuración cognitiva. Básicamente, hay una primera fase consistente en estudiar situaciones problemáticas para nosotros, en base a diferentes sistemas representacionales a los cuales llevamos nuestra atención: en qué nos fijamos a nivel visual, cuáles son nuestros pensamientos y cómo está nuestro cuerpo.

En muchas personas, el diálogo interno actúa como propiciador de una serie de pensamientos catastrofistas, interpretando una situación o la intención de otro de una forma tan sesgada que provoca respuestas sobredimensionadas, que no nos permiten adaptarnos a la situación. Es más, estos pensamientos continúan en una espiral de volumen ascendente, donde la catástrofe se convierte en apocalipsis, con el nivel de tensión que esto conlleva. Y a menudo, desemboca en una percepción de indefensión con respecto a una situación, de la que queremos escapar y evitar a toda costa.

La segunda fase consiste en exponerse a evidencias que quiten peso y resten razón a estos argumentos en base a resultados tangibles, huyendo de suposiciones. Esto suele estar acompañado de cierto hartazgo de ese run run que nos deja las noches en vela o nos convierte en niños indefensos. El enfado nos lleva a ponerle límite, acotar su influencia, explorar nuevas alternativas. Tiramos de inteligencia emocional.

Entonces llega el momento de la tercera fase, en la cual ya tenemos identificados esos pensamientos clave que actúan como gatillo y punto de inflexión en la escalada, sustituirlos por otros que nos potencien en vez de limitarnos, dar lugar a otras opciones de ser más como queremos ser. Aquí es donde pueden entrar en juego esas «frases que pululan por internet», que pueden ayudarnos a encontrar esa verbalización que encaje con el mapa de nuestras creencias, hacer nuestra una verdad que algún otro ha enunciado con brillantez o que, simplemente, nos resuena sin necesidad de ingenios. Crear una verdad alternativa que nos permita actuar como queremos y no depender de lo que piensen otros o de las circunstancias.

Así fue en el caso de una clienta con síntomas importantes de ansiedad y con ciertos pensamientos obsesivos con esa muerte liberadora. Tras un proceso intenso enunció un postulado personal en el que se certificó a ella misma que tenía los recursos necesarios para decir adiós a sus desvelos: Paso de esperar a morirme para descansar en paz.

Y no es necesario dar con algo que dijo Aristóteles o enunciar algo que rompa moldes, sino expresar algo muy nuestro, que nos valga para cambiar, que sintonice con nuestra red de creencias potenciadoras. Hay frases que esconden más significados de los que suponemos y que nos llevan a una acción diferencial con nosotros mismos. Muy alineado con la psicología positiva y el optimismo inteligente, una ayudita hacia nuestra felicidad.

Por mi parte, bienvenidas sean. También paso de esperar a morirme para descansar en paz. Y a ti, ¿qué te parecen esas «frases que pululan por ahí»?

 

pd. Gracias Jaime Herreros por la colaboración, muy pronto la siguiente entrega.

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El condicionamiento operante en el #EfectoGamonal

Normalmente este blog va de esa psicología propia de las cosas pequeñas. Suele ser más útil por ser más frecuente en la vida de todos nosotros. Sin embargo, vivimos en circunstancias especiales que invitan a abrir el foco hacia lo macro.

Por todos es conocido lo que está sucediendo en Burgos. Hace una semana una de tantas manifestaciones desconocidas por la mayoría hasta que se cuelan en los noticiarios porque hay disturbios.

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Así están las cosas, no es sólo economía.

Si sumamos esto a los recientes incidentes en Hamburgo en estado de excepción (vaya, hay hastío fuera de nuestras fronteras también) y la no tan lejana exitosa huelga de basuras en Madrid, tenemos una conducta social que se empieza a reforzarse en la mente colectiva. En los medios vemos algo que funciona para conseguir objetivos que de otra forma parecen estar vetados: la lucha.

La influencia de este Efecto se puede explicar por clásicos del conductismo y las teorías del aprendizaje como el Condicionamiento Operante, postulado por B.F. Skinner. El psicólogo, no el de los Simpsons.

Me explico.

Skinner evolucionó los enunciados pavlovianos de mera asociación (campana-salivación), centrándose en el aprendizaje activo que se produce como consecuencia de la interacción con el entorno. Básicamente, entre otras cosas explica que una conducta puede verse reforzada de manera positiva o negativa, provocando que la misma se fortalezca o se debilite en función de los resultados obtenidos.

Se basó en una serie de experimentos en los que colocaba a ratas o palomas en ambientes que dieran pie a pocas opciones de respuestas, como laberintos o jaulas. Por ejemplo fue capaz de conseguir que las palomas aprendieran a obtener alimento al pulsar un botón, de modo que al hacerlo recibieran alimento. Además fue capaz de que reaprendieran y variaran su comportamiento al variar el patrón de recompensa. Así, cambió el botón por otros estímulos, llegando a conductas que no tuvieran relación aparente, como estirar el pescuezo de una forma notoria.

Trasladando este planteamiento a lo que estamos viviendo en el Gamonal, podemos ver que hay similitudes: son las propias instituciones y políticos los que están reforzando activamente la lucha activa como medio para obtener el alimento social. Hace una semana, con las mismas reclamaciones y de una forma más convencional, no obtuvieron respuesta, así que variaron el patrón. Asimismo, vemos que el patrón de paseíllo con pancartas y proclamas no alcanza resultados visibles y notorios en el corto plazo.

Es decir, que más de las más de 3000 manifestaciones que tenemos en Madrid al año, obtienen un refuerzo negativo. Que muchos lo sentirán como un castigo. En ambos casos se tenderá a extinguir un comportamiento que no obtiene el refuerzo que necesitan.

Si a esto a le añadimos el aprendizaje vicario o modelado, el que es por medio de la observación, tendremos a esos participantes de las más de 3000 manifestaciones tomando buena nota de lo que hay que hacer para que te escuchen.

También encontramos algunas diferencias notables. Ante todo, el hecho de que era Skinner el que decidía qué conducta era operante. En este caso es al revés. No creo que la intención institucional sea fomentar el enfrentamiento, sino más bien el adormecimiento. Y es que, siendo animales también, tenemos más recursos que las palomas. Estos hechos reflejan además de quién viene el poder: de la ciudadanía. Nosotros hemos cedido nuestra soberanía al Estado y las instituciones que lo representan por medio del contrato social. Pero su incapacidad y prepotencia escudada en las urnas les ciega. Somos muchos los que queremos cambiar del juego de unos y otros. Esto puede hacer que las palomas de Skinner se conviertan en los Pájaros de Hitchcock.

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¿Y si nos vamos y nos negamos a jugar su juego?

Esto también nos diferencia de estos experimentos. Como personas y ciudadanos, tenemos el poder de organizarnos y de ir a por un objetivo común. Podemos dialogar para contemplar nuevas alternativas y puntos de vista. Para ello hay que ser conscientes y responsables de nuestros actos. No basta con delegar nuestra responsabilidad y cumplir votando una vez cada cuatro años algún partido con programas que no leemos. Además, en el caso del Gamonal, tanto el PP como el PSOE tenían esa reforma del bulevar y fueron las fuerzas más votadas, muy ampliamente.

De cara a los que nos gobiernan de uno u otro signo, la estrategia del no por bandera y la imposición no funciona en estas circunstancias. No cuando los engranajes de la economía de consumo chirría por todas partes. No ahora que no podemos comprar casas, coches y televisiones gigantes. No ahora que vemos esa impunidad tan atrevida, casi en cada declaración. No ahora que no hay trabajo y el que hay cada vez es más precario. No ahora que nos sangran a impuestos a la vez que recortan derechos sociales. Cortinas de humo varias, el fútbol y el Sálvame no son suficientes.

A nivel social, tenemos un poso de hartazgo ante todo ello, un enfado que se está enquistando. De momento toma forma de una «tolerable» indignación, pero si no se canaliza de forma adecuada no es de extrañar que haya brotes de ira o aún peor. Este impuslo está ávido de símbolos como éste, en el que entra cierta concepción romántica de la lucha. No estoy diciendo nada nuevo, a la historia me remito desde que tenemos registro de la humanidad. Sabemos que a este respecto, llegado el caso no hay represión ni porras que valgan.

Como institución, si quieres reforzar comportamientos pacíficos, escucha de primeras. No esperes a que quemen contenedores o paralicen una ciudad. Negocia, crea nuevas opciones que satisfagan un poco a todas las partes, sal del blanco o negro. Porque si no, fomentarás dos conductas cada vez más polarizadas: la sumisión o la lucha. Con el peligro de que se perciban a las instituciones como enemigo más que como un aliado, como una casta de privilegiados más bien propia del despotismo ilustrado.

Sigo creyendo que estamos en un punto de inflexión, uno de esos momento que podrán estudiar los que nos sucederán, ya sea algo que se traduzca en un cambio real o un apenas un pedete de lo que pudo haber sido.

Salir de la caja, o de la jaula, que nosotros mismos hemos creado mediante al menos una tercera vía, la del diálogo. Sólo eso nos permitirá encontrar soluciones nuevas y crear unas bases sólidas de convivencia futura.

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El Para qué del Qué de tus propósitos de 2014

No sé a ti, pero a mí la Navidad ya parece quedarme a años luz. Sí, todavía con un deje dulce en la boca y sí, todavía con algunos polvorones que se han escapado a las farturas.

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Ay, los excesos.

Ahora es tiempo de cumplir todo aquello que hemos dicho, hacia dentro o hacia fuera, en compañía de los nuestros y probablemente con una copita de más. Es tiempo de decidir si empezamos a cumplir nuestras propias promesas electorales, compromisos que para muchos adaptan la forma clásica de propósitos.

Han sido fechas muy sociales y he tenido la oportunidad hacer un buen muestreo en diferentes situaciones, ambientes y estados de ánimo. Sabes, cuando te dije eso de «ahora no estoy de psicólogo, estoy de paisano»… Te engañé. Deformación profesional. Así que gracias por tu colaboración anónima para esta lista particular que engloba los principales propósitos de 2014:

1.- Encontrar trabajo o cambiarse a otro nuevo. Además de lo obvio, el que no tiene trabajo quiere encontrar uno, me parece muy sintomático el que un 70% de los de mis círculos* quieran cambiarse con el mismo ímpetu que aquellos que están sin nada. Incluso hay quien está al borde del colapso y está deseando que le despidan. Justo antes de Navidad, me encontré con un amigo por la calle. Nos saludamos e intercambiamos unas palabras rápidas porque yo tenía una sesión. Me sorprendió que de esas palabras, al preguntarle qué tal, me contestó: «Bien, me echan a principio de año. Todo controlado, es lo que quiero». Con una sonrisa que irradiaba paz y alivio, ante mi sonrisa cómplice y ojos como platos.

Como digo, sintomático. El Yo Persona tiene menos tragaderas que el Yo Ciudadano o el Yo Trabajador. También tiene más aspiraciones y áreas en las que quiere desarrollarse. plenamente. Lástima que el Yo Persona no suela contemplarse en leyes como la Reforma Laboral.

Volviendo al tema, aquí también encontramos puntos intermedios que aspiran a mejorar sus condiciones laborales dentro de su situación sin cambiar necesariamente su rumbo o llevar adelante un proyecto personal. Aquí me encuentro yo, por ejemplo.

Y por supuesto, el clásico de aprender inglés o cualquier idioma puntero se suele situar en este ámbito, al aumentar nuestras opciones y posibilidades para encontrar un puesto de trabajo que cumpla nuestras expectativas, no sólo las de la empresa o las del banco que tiene tu hipoteca.

2.- Trabajar menos. Muy relacionado con el anterior, por lo menos en mis círculos hay mucha gente que tiene horarios y condiciones laborales más propios de otros tiempos, a todas luces incompatibles con la vida, como diría el portavoz del Samur. Además del horario la mala planificación y gestión del tiempo en sus empresas les hace casi imposible cumplir con compromisos propios, con lo cual mucha parte de su vida queda secuestrado y supeditada casi un 100% a lo laboral. Jugar al baloncesto, tocar con el grupo, disfrutar de tu pareja, ver más a mis amigos, estar más con la familia… en apariencia tonterías si lo comparamos con pagar facturas, pero muy importantes para nuestro Yo Persona.

Muchos de mis clientes padecen grados diversos de ansiedad y depresión debido a grandes presiones y poco espacio personal, así que a veces deben desarrollar su inteligencia emocional, resiliencia y capacidad para el cambio al máximo, además de reconstruir su autoestima… ya que en lo laboral suele haber muy poco margen para el cambio a través de la asertividad.

En el fondo, no se trata de trabajar menos, sino de trabajar en mejores condiciones y disfrutar de nuestro tiempo libre con quien nos venga en gana. Tener más tiempo para uno mismo.Trabajar otras áreas de nosotros mismos, no sólo las obligaciones.

3.- Pensar/Decir menos. Hacer más. Uno de nuestros deportes patrios es practicar el arte de la queja. Esperar a que otros solucionen problemas que nos afectan o meter la cabeza en el hoyo e ir sacándola ocasionalmente a ver si las cosas han mejorado.

Sin quitar la responsabilidad y el peso de otros que puedan tener en la vida de cada cual, me gusta comprobar que muchos sacamos nuestro Mr Hyde más práctico para hacer nuestra parte, independientemente de políticos, banqueros, jefes y parejas. Ya sea un cambio de actitud general o aún mejor, enfocado a un propósito concreto, es una forma de poner límite a los abusos ajenos y situaciones que no nos satisfacen. Optimismo inteligente y psicología práctica.

¡Acción! Es una palabra clave para muchxs este año, y eso me alegra. Ahora a por ello, claro.

4.- Cuidarse. Todo un clásico que incluye enunciados como ponerme en forma, dejar de fumar, comer mejor… Esto pasa por adquirir nuevos hábitos y lo malo de esto para muchos es que requiere excesiva constancia a través de la repetición. A veces no se tiene muy claro para qué lo hacemos (no el por qué), sólo es un impulso que se traduce en unos días de actividad y control, y en cuanto lo agotamos volvemos a los viejos hábitos. No pain, no gain, es una categoría estrella para el coaching. ¿Qué falla cuando intentarlo no es suficiente? Al final del post, que quiero que sigas leyendo.

5.- Ser mejor persona. Éste me gusta especialmente, pues ponemos foco en nosotros como fuente de insatisfacción propia. Aquí se engloban el tengo que criticar menos, quiero ser más positivo, dejar de comerme la cabeza por todo, voy a dejar de enfadarme con mis hijxs, voy a dejar de ver los programas de Telecinco (sí, dejar de ver esa basura te hace mejor persona, así de claro).

Ser mejor persona no quiere decir que antes fueras mala persona. Simplemente, quieres mejorar y eso está bien. Es uno de los principios de la psicología positiva así que enhorabuena. Trabajando esos aspectos y competencias del eje ético/mental es muy probable que estés mejor y más feliz en tu vida en general. Y lo mejor es que depende al 100% de ti.

6.- Buscar pareja o mejorar la relación con la existente. Aquí hay diferentes puntos de partida. Hay quien busca para completarse, para buscar en el otro u otra eso que le falta. Aquí está el peligro de convertir a esa posible pareja en tu terapeuta. Si a esto le sumamos que solemos atraer lo que proyectamos, es posible que más que un terapeuta acabes trayendo a alguien con igual o más problemas que tú. Al principio la relación puede funcionar debido a la novedad, pero lo normal es que se acaben desarrollando patrones de una relación tóxica, más centrada en el déficit que en la potencia.

Es difícil compartirse con otro si no somos capaces de estar bien por nosotros mismos. Empieza por estar bien contigo mismo. Éste es un buen punto de partida. Especial cuidado con aquellos que piensen que ir a por un hijo va a solucionar problemas por la ausencia de un proyecto común.

Sin duda hay más propósitos concretos, pero es probable que puedan englobarse en alguna categoría. En sí mismos no son muy originales y a todos nos suenan. Una prueba más de que como seres humanos tenemos mucho en común y es el énfasis en la diferencia lo que acaba complicándonos la existencia a través de un Ego confundido. El Yo Persona ya es suficientemente original, no necesita de artificios.

Yendo a por el titular del post, los propósitos de esta lista hacen referencia al Qué. A menudo nos centramos exclusivamente en la mera acción, como si por sí misma fuera a cambiar algo. Es por ello que muchas veces conseguimos algo que creíamos importante pero que al final nos deja indiferentes. Y aquí es donde entra el Para qué. Aquella motivación profunda que nos empuja a hacer algo, a satisfacer una necesidad real, en verdad emocionante.

Dejar de fumar o adelgazar XX kilos porque te lo haya dicho el médico, tu pareja, tus amigos o el Pepito Grillo interior no es suficiente. Buscar pareja porque te lo diga tu madre o creas que se te está pasando el arroz tampoco. Además, estamos hablando del Para qué, no del Por qué. Y primero hay que quererlo por uno mismo. Y al mismo tiempo necesitarás conectar con tu propio Para qué para superar las dificultades y conseguir un éxito realmente significativo que satisfaga una necesidad importante para ti. Tenemos muchas capas sociales y suele ser complicado decidir lo que de verdad es nuestro y lo que no.

¿Cómo saber si un Para qué es significativo? Normalmente les digo a mis clientes que se imaginen como William Wallace dando un discurso a sus recursos, miedos y pensamientos. Y después contarlo a su red de apoyo. Porque cuando le cuentas tu auténtico Para qué a alguien, le contagias tu energía y tu emoción. Un Para qué potente es inspirador para los demás, es un asunto de rapport, es una buena fuente de feedback. Te tiene que salir de dentro y desde luego no puede dejar indiferente. Al revés, la carne de gallina es una buena señal. Ésa es la sensación que hay que buscar, conectar con la emoción profunda. ¿Y luego qué?  Luego viene el Cómo, que cuando tienes un Para qué potente, sale solo.

Pero de momento, a correr.

Ya sabes, por tu Libertad.

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Los abuelos no la saben meter

A fe que no es fácil huir el tema de moda en Madrid. Se ve, se huele, se palpa. Hacía mucho que no me encontraba con la Señora Basura. Más o menos desde Fraggel Rock . Y ya sabes que es un clásico el no ver a alguien en años y en pocos días encontrarte a ese alguien repetidas veces en los sitios más insospechados. Algo así sucede con la Señora Basura, sólo que es en cada esquina y a todas horas. Es un poco cansino y a Mr. Hyde le dan ganas de darle a la botella, para qué vamos a decir otra cosa.

Así que por un momento huyamos de la basura capitalina, en espera que hagan su aparición estelar las ratillas cantarinas.

Hoy traigo un post cortito, en formato vídeo de una acción curiosa y bastante divertida, un digno experimento urbano acerca de jugar con los prejuicios. Psicología e inteligencia emocional de cancha de asfalto. Imaginaos una de estos partidos callejeros americanos y los clásicos chuleras de barrio en formato negro de dos metros jugando un partido. Hasta que uno de ellos se lesiona y piden que entre alguien del público. Todo es normal excepto que el que recoge el guante es un viejales que se tira hasta los calcetines sin tocar aro. ¿Qué crees que sucede?

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