Hace XX años y un día, un humo blanco ascendía hacia el cielo del Vaticano, dando por culminado un cónclave que elevaba a un simple mortal a la categoría de mano derecha del Todopoderoso. Las portadas de los periódicos se llenaron con la noticia de cómo el cardenal Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, se convirtió en Papa.
Quizá por esto pasó desapercibido a la prensa internacional el hecho de que, hace XX y un día, un pequeño ser vociferante llegaba al mundo con más patillas que Curro Jiménez, para deleite de familia, paisanos y enfermeras.
Y a la par que Juan Pablo II evolucionó hacia Papa Viajero, lejos de convertirse en el anticristo de turno, ese niño emprendió su camino para convertirse en creativo y psicólogo en Madrid, entre otras muchas cosas. Supongo que a estas alturas ya estarás atisbando que ese niño es el que escribe estas líneas y que ayer fue mi cumple.
Como casi siempre, tenía planeado un post para esta semana que pasará al cajón de los futuribles. Porque ayer fue todo un experimento de cómo un cumpleaños puede ser una excelente oportunidad para regalarnos un poco de autoestima de la buena. No hay nada como experimentar en las propias carnes aquello que se habla con los clientes. Creo que siempre es bueno llegar a conclusiones de lo que funciona y lo que no. Y más aún compartirlas como psicólogo del día a día:
Déjate querer. Es tu día, tú eres el protagonista. Una de las creencias limitantes más insidiosas hace referencia al merecimiento y, sin llegar a pretender ser lo único para la vida de los demás, acepta y dale la bienvenida a que te canten, te tiren de las orejas y te agasajen de todas las formas y colores posibles. Los que te quieren estarán encantados y tú trabajarás este merecimiento personal, que a veces tanto nos cuesta, sin darnos cuenta. Forma parte de nuestra necesidad de reconocimiento sano. Busca la forma de celebrarlo como quieras.
También está la faceta de felicitar y esforzarse para hacer sentir bien a los demás cuando les toque, claro.
Invita a la sorpresa. Uno se va volviendo viejo cuando deja de hacer cosas nuevas. Al margen de sorpresas que puedan venir de fuera, haz algo que no sueles hacer, aunque sea una «tontería». En mi caso, lo celebré con la familia. Te puede parecer raro (aunque la rareza es un concepto estadístico), pero suelo dejar a mi familia para el último lugar, dando preferencia al círculo de amigos. Ayer cambié mi patrón y además de sorprenderme a mí mismo, mi familia tan contenta. No hay nada como sorprender a los propios invitados, que también se lo merecen.
Sé cómplice. Esto hace referencia a esas sorpresas que vienen de fuera y que suelen suponer una oportunidad de salir de esa famosa zona de confort. Por ejemplo, en un cumpleaños, mi compañero decidió ayudarme con eso que decía yo de «deberíamos ir vestidos de payaso para presentar al cliente», y me regaló un par de zapatones de payaso. Rojos y brillantes. Trabajar por la agencia con ellos puestos, que te los pise el director general creativo que está de visita y acabas de conocer, bajar al bar a invitar a unos pinchos de tortilla… es algo que aún me hace sonreír. No creas que esto fue fácil para mí, normalmente soy un tipo bastante discreto.
Concédete tu espacio. En un par de agencias donde trabajé te regalaban el día de tu cumple como festivo. Cierto que es que a medida que nos enfangábamos en esta crisis pasó a ser el viernes, que era medio día, y acabó por desaparecer. El caso es que siempre puedes hacer de tu día algo más especial si te coges un día de vacaciones. Yo ayer me organicé para disponer de la tarde libre. Incluso en la oficina, puedes hacer de tu día algo especial llevando un detallito a los compañeros para compartir tu alegría. Y, por supuesto, regálate algo que te guste.
Trasforma eso que te molesta. Vale, esto sirve para todo, pero en este caso pasa por aceptar realidades impepinables: tienes un año más y en tu vida hay gente que ya no está. Bajar el volumen de pensamientos catastrofistas o agoreros y poner en marcha nuestra capacidad creativa para romper convenciones sociales que no nos convenzan. Con un grupo de amigos, llegó a ser un problema el tema de los regalos. Siempre íbamos los mismos a por ellos y nadie contribuía a dar ideas. Así que llegamos a un acuerdo para que el cumpleañero redactara su propia lista, como la carta a los Reyes Magos. Y, por supuesto, siempre le cae algo que no está en el guión, faltaría más, pero así todos contentos.
Agradece las atenciones. Es una buena forma de «quedar en paz», internamente eliminamos la sensación de deber algo a alguien y nos refuerza. Lleva esto a las redes sociales: en vez de poner un estado genérico en facebook, tómate el tiempo para comentar las felicitaciones una a una. Y ya verás lo que pasa. Es una gran oportunidad para reencontrarse con amigos y dar la bienvenida a otros nuevos. Aumenta y fortalece tus lazos de pertenencia.
Toma conciencia de tu año. Un cumpleaños es un fin y un principio. Es muy sano hacer una pequeña retrospectiva, pararse a pensar qué tal ha sido el año y si se han cumplido las expectativas que teníamos. Si escribes un diario, mira tus entradas, observa tus fotos… llega a alguna concusión y
Ponte objetivos y retos. Ya dijimos que el cumpleaños es una de las tres fechas clásicas para proponerse objetivos. Una vez hecho el ejercicio anterior, es más fácil. Al comprometerse con uno mismo, también daremos sentido a esas felicitaciones que nos desean que se cumplan nuestros sueños. A mí me gustan mucho los sueños, pero más aún las realidades que se les parecen. Un poco de coaching básico.
Por mi parte, he empezado mi año de una forma excelente, con una carga importante de energía y planes sociales. Aunque no siempre fue así, a día de hoy me gusta el cumpleaños porque nos permite el homenaje justo, por un día parece que tenemos el cetro de mando y la corona, que cedemos a otros. Tu cumpleaños será un día especial, si tú quieres que lo sea.
Y a ti, ¿te gusta tu cumpleaños? ¿qué haces y qué te funciona para celebrarlo y sentirte bien? ¿cuál ha sido tu mejor cumpleaños?